En la penúltima jornada del Congreso Futuro 2019, el neurobiólogo español e ideólogo del proyecto BRAIN -que pretende a largo plazo desarrollar los proyectos ópticos y eléctricos que permiten mapear y manipular las neuronas-, Rafael Yuste, abordó los avances en el estudio del cerebro.
De acuerdo al especialista, pese a la complejidad que significa el funcionamiento neuronal de cada individuo, “la ciencia y la medicina van a descifrar el cerebro humano. No es magia negra, son simplemente neuronas comunicándose”.
Según sostiene, la comprensión del cerebro tendrá repercusiones científicas, médicas, tecnológicas y económicas, específicamente producto del desarrollo de la inteligencia artificial.
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Por ejemplo, hoy existen decenas de miles de pacientes que actualmente cuentan con interfaces cerebro-computadora, solución que actualmente permite entregar apoyo a paralíticos y pacientes de Párkinson. Aquello puede continuar en su desarrollo, dice Yuste, hacia la “aumentación cognitiva”, con humanos con acceso a información de Internet mediante dispositivos digitales conectados directamente al cerebro.
“Esto nos mete en un futuro que yo lo llamaría un ‘Renacimiento punto dos’”, explica.
No obstante, estos avances tendrían una línea roja que no se puede cruzar: la privacidad mental. Esto dado que en el futuro los cerebros humanos estarán en constante interacción y relación con dispositivos conectados a la red, enviando y recibiendo información, lo cual podría desbloquear el acceso a los pensamientos de un individuo por parte de terceros.
Otro de los desafíos éticos de los avances en tecnologías de aumentación cognitiva tendrán que ver con el libre albedrío. “Eso viene unido a la idea de la identidad. Si tomamos decisiones basados en organismos de inteligencia artificial, que están fuera, ¿quién ha tomado la decisión? Si la computadora tomó la decisión, ¿qué queda de ti?”, reflexiona.
Sesgos en los algoritmos
Frente al futuro de las interfaces cerebro-computadoras, el neurobiólgo asegura que las minorías corren riesgo frente a los enfoques que puede llegar a tomar la inteligencia artificial.
“Los algoritmos de la inteligencia artificial que estamos ocupando en la actualidad tienen sesgos que amplifican ciertos prejuicios sobre las mujeres, sobre minorías raciales y económicas. Esto tiene que estar cubierto de una manera limpia”, enfatizó.
Por lo mismo, propone que quienes se dediquen a programar y a desarrollar algoritmos de esta índole juren, al igual que los médicos, utilizar su conocimiento para ayudar a la gente.
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“A la declaración de Derechos Humanos queremos añadirle cinco derechos nuevos, que son los que llamamos los Neuroderechos, que cubran estos problemas”, cerró.
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