Biología sintética, química orgánica e ingenería genética son algunos de los nombres que recibe una rama de la ciencia nacida entre la química y la biología donde el laboratorio es el punto de unión para definir las nuevas fronteras biotecnológicas.
Es la intervención del hombre para sintetizar biomoléculas capaces de realizar funciones nuevas, que no se encuentran en la naturaleza. Algunos le llaman “ingeniería genética extrema” con los pro y contras morales que cada quién puede ponerle a esa frase.
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Comprendiendo que el ADN de todas las especies del planeta se componen de cuatro letras -A, C, G, y T-, lo que hace la biología sintética es tomar componentes químicos que no se encuentran en nuestro ADN orgánico natural y modificar su estructura.
Uno de los máximos exponentes de esta tecnología científica es Floyd Romesberg, quién dirige el Instituto de Investigación Scripps y donde un grupo de investigación a su cargo está desarrollando nuevas letras de ADN. Pares de bases sintéticos con los que pretende expandir el alfabeto genético.
Las posibles aplicaciones de estos descubrimientos podrían estar en el desarrollo de nuevos antibióticos, en el estudio de las dinámica de las proteínas y en las mutaciones en la evolución celular.
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