Aprendemos de nuestra interacción personal con el mundo, y nuestras memorias de las experiencias que vivimos nos ayudan a guiar nuestros comportamientos.
La experiencia y la memoria están inexorablemente enlazadas, o al menos eso creíamos antes de que surgiera un informe sobre la creación de memorias totalmente artificiales.
Usando animales de laboratorio, un grupo de investigadores ingenió a la inversa una memoria natural específica, construyendo un mapa de los circuitos del cerebro responsables de su formación.
Luego “entrenaron” a otro animal estimulando las neuronas al ritmo del patrón de la memoria natural. Haciéndolo crearon una memoria artificial, la cual fue retenida y recordada de la misma forma que una natural.
Las memorias son esenciales para el sentido de la identidad que emerge de la narrativa experiencia personal. Este estudio es destacable porque demuestra que manipulando circuitos específicos del cerebro, las memorias pueden ser separadas de la narrativas y formadas en la ausencia de una experiencia real.
El trabajo demuestra que los circuitos del cerebro que normalmente responden a experiencias específicas pueden ser estimulados para ser enlazados a una memoria artificial. Dicho recuerdo puede ser gatillado por los estímulos sensoriales apropiados en un ambiente real.
La investigación provee una comprensión fundamental de cómo se forman las memorias dentro del cerebro y es parte de una incipiente ciencia de la manipulación de la memoria que incluye la transferencia, ampliación prostética y eliminación de los recuerdos.
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Estos esfuerzos podrían tener un tremendo impacto en un amplio rango de individuos, desde aquellos que luchan contra problemas de la memoria hasta quienes luchan contra recuerdos traumáticos. Sin embargo, también tienen implicancias éticas y sociales.
En el reciente estudio, la memoria natural fue formada entrenando a ratones para asociar un olor específico (flores de cerezo) con un choque eléctrico en su pata, el cual aprendieron a evadir pasando a través de la jaula de prueba a otro extremo donde había un aroma diferente (alcaravea).
La esencia de la alcaravea provenía de un químico llamado carvona, mientras que el olor de la flor de cerezo venía de un químico llamado acetofona. Los investigadores descubrieron que la acetofona activa un tipo de receptor específico en un tipo discreto de células nerviosas relacionadas con el sentido del olfato.
Los expertos luego recurrieron a la optogenética para activar las células nerviosas olfativas. A través de esta técnica, se utilizan proteínas sensibles a la luz para estimular neuronas específicas en respuesta a las ondas entregadas al cerebro gracias a fibras ópticas implantadas en el cerebro del animal.
En sus primeros experimentos, los investigadores usaron animales transgénicos que sólo generaban dicha proteína fotosensible en los nervios olfativos afectados por la acetofona.
Emparejando el choque eléctrico en la pie con la técnica de la optogenética, los investigadores enseñaron a estos animales a asociar ambos estímulos. Al continuar con las pruebas en los ratones, ellos evadían el olor a flor de cerezo.
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Estos primeros pasos mostraron que estos animales no necesitan experimentar el olor para recordar una conexión entre el aroma y una sensación molestosa en el pie. Luego vino la construcción de la memoria artificial, a través de una imitación de la actividad nerviosa ya registrada dentro del cerebro de los ratones.
En estudios anteriores se ha demostrado que los caminos nerviosos que conducen hacia una estructura conocida como Área ventral tegmental (ATV) son importantes debido a la naturaleza aversiva del choque eléctrico.
Para crear una memoria realmente artificial, los investigadores necesitaron estimular la ATV de la misma forma en que estimularon los nervios sensoriales olfativos. Para lograr que al área mencionada también fuera foto sensible, los científicos usaron un virus para colocar proteínas fotosensibles en la ATV.
Luego estimularon los receptores olfativos con luz para simular el olor a flores de cerezo, luego estimularon la ATV para imitar el choque eléctrico aversivo. Estos animales respondieron a la memoria artificial, respondiendo a un olor que nunca habían experimentado evitando un choque eléctrico que nunca habían experimentado.
Esto sería el primer paso para comprender cómo se pueden generar y almacenar memorias, lo que podría prolongar la vida del ser humano, haciéndolo pasar a un plano dónde las experiencias se generen a través de forma artificial únicamente
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