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A principios de este año, un grupo de investigadores y estudiantes de la Universidad de Atacama (UDA), en compañía de Sebastian Voigt, director del Museo Paleontológico y Geológico Geoskop de Alemania, se internaron en la precordillera de Atacama ¿La razón? Buscar entre los rincones más agrestes e indómitos de nuestro territorio, huellas fósiles de millones de años de antigüedad.
Durante casi dos semanas trabajaron incansablemente bajo condiciones extremas, incursionaron por quebradas con altísimas temperaturas y exploraron sitios sobre los 3.500 metros de altura. “El acceso a todas las localidades era difícil. Nosotros tuvimos apoyo de la comunidad indígena Colla. Acampamos con ellos a unos 2.500 metros de altura. Nos ayudaron bastante a acceder a los sitios”, cuentan desde el grupo.
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El esfuerzo tuvo sus recompensas. La expedición por Atacama logró dar con importantes hallazgos, entre los que destacan múltiples huellas de tetrápodos, es decir, animales con cuatro extremidades. También encontraron plantas, rocas y rastros de estromatolitos -estructuras laminares formadas por microorganismos-.
“Lo primero relevante que descubrimos es sobre la edad. Se asignaba a esta unidad una edad del periodo del Devónico Superior o Carbonífero Inferior. Con los fósiles que encontramos, estimamos preliminarmente que es un poco más reciente, o sea, sería de la edad del Carbonífero Superior, unos 320 millones de años aproximadamente”, explica Philippe Moisan, paleobotánico y uno de los líderes de la misión.
“Pudimos redescubrir los fósiles en esta localidad que es de muy difícil acceso y, a la vez, encontramos mucha más evidencia de otros tipos de tetrápodos, anfibios y una diversidad increíble de fósiles de invertebrados terrestres, marinos y moluscos. Encontramos distintos tipos de fósiles de lo que constituyó este ecosistema de hace 320 millones de años”, añade el académico de la UDA.
No solo eso. Las huellas de los tetrápodos encontrados en la precordillera de Atacama corresponde al yacimiento a mayor altura jamás antes visto en el mundo. Se cree que serían también de las más antiguas en el Hemisferio Sur.
Por si fuera poco, la investigación abrió otras múltiples interrogantes para la comunidad científica, ya que este tipo de fósiles suelen aparecer en latitudes o climas completamente diferentes al altiplano chileno.
“La particularidad de estos fósiles es que son conocidos de otras regiones paleoecuatoriales. Ahí existían unas condiciones mucho más favorables para la vida de lo que se suponía había acá, como mayor humedad o temperatura. Es paradójico. Estamos viendo algo que no deberíamos haber visto acá. Van a aparecer preguntas del tipo ambiental. Tal vez, esto podría poner la pregunta de si realmente hubo glaciaciones acá, porque lo que encontramos no tiene una relación con eso”, plantea Moisan.
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Con la llegada de la pandemia del COVID-19, se descartó cualquiera nueva incursión paleontológica en la zona. Eso sí, el grupo trabaja en un publicación científica, donde prometen anunciar cada uno de los descubrimientos preliminares. A la vez, buscan el financiamiento necesario que les asegure seguir con su labor por unos tres o cuatro años más.
“Esto es toda una aventura. Trabajar en estas condiciones obviamente da un plus extra, por el paisaje, el entorno. Imaginarte un lugar tan árido con un ambiente así hace millones de años es realmente sorprendente”, concluye Moisan.
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