Aequiyoldia eightsii. Ese es el nombre científico de un bivalvo que se creía que tenía una amplia distribución en el Océano Austral.
Sin embargo, un reciente estudio realizado por investigadores chilenos y publicado en la revista científica Progress in Oceanography revisó la genética de esta especie nominal y determinó que se trataba en realidad de la presencia de cinco linajes genéticos diferentes.
El trabajo fue liderado por el Dr. Claudio González-Wevar, científico del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), quien analizó muestras del bivalvo provenientes de Sudamérica, las Islas Falkland/Malvinas, la Península Antártica y las islas Kerguelen, ubicadas en el Océano Índico a 5.000 kilómetros de Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
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“A pesar de las diferencias genéticas detectadas, las poblaciones de Sudamérica, la Península Antártica y las islas Kerguelen son idénticas en términos morfológicos. Esto indica que se trataría de un fenómeno común en el Océano Austral llamado especiación críptica, que se refiere a aquellas especies que están aisladas reproductivamente de otras y que, sin embargo, no son distinguibles morfológicamente”, explica el Dr. González-Wevar.
Gracias al estudio los científicos lograron desentrañar un tema taxonómico que no era claro. Antes de la investigación se pensaba que la especie tenía una amplia distribución debido a que vive enterrada en la arena y no está asociadas a macroalgas, que pueden actuar como mecanismos dispersores.
“Hay mucho paradigma del Océano Austral que descansa en conocimientos del pasado y, por ende, costaba pensar que pudiera haber linajes distintos de A. eightsii. Sin embargo, nosotros logramos corroborar que existen al menos cinco especies diferentes que han evolucionado durante millones aisladas unas de otras en distintas provincias del Océano Austral”, asegura el investigador.
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Los bivalvos son organismos filtradores que, por lo general, viven asociados a fondos blandos. En la costa chilena, se consideran buenos bio-indicadores.
En el trabajo también participaron científicos de la Universidad de Magallanes (Ms Sc. Sebastián Rosenfeld y Dra. Karin Gérard) y del Proyecto Anillos Antártico GAB (Dr. Elie Poulin y Dra. Angie Díaz). A su vez, contó con la colaboración de investigadores internacionales del proyecto PROTEKER (Dr. Thomas Saucède), del Centro South Atlantic Environmental Research Institute (Dr. Paul Bricke) y del British Antarctic Survey (Simón Morley).
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