La nutria marina, también denominada Enhydra lutris, puede medir hasta 1,4 metros y alcanzar un peso de 45 kilos. Su cara adorable es pequeña y redondeada. Tiene patas palmeadas, un pelaje impermeable que repele el agua, fosas nasales y orejas que se cierran mientras está sumergida.
Esta especie habita principalmente al norte del océano Pacífico, abarcando áreas como la península de Kamchatka en Rusia, las islas Aleutianas, Alaska, Canadá y el estado de Washington en Estados Unidos.
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La nutria marina pasa la mayor parte del tiempo en el agua, pero en algunas ocasiones puede ubicarse en tierra para dormir o descansar. Se han adaptado muy bien a la vida en el océano, aunque prefieren mantenerse cerca de la costa, ya que encuentran alimentos con mayor facilidad.
En 1970, el biólogo Jim Estes realizó su primer viaje a las Islas Aleutianas de Alaska y fue recibido por cientos de estos animales: donde quiera que mirara, veía nutrias marinas.
En ese entonces, las carismáticas criaturas envolvían el extenso archipiélago, congregándose en “balsas y racimos de hasta 500 a la vez”, aseguro a The New York Times el también ecologista de la Universidad de California en Santa Cruz. “Había tantas que no podíamos seguirles la pista”, agregó.
El especialista comentó que en la actualidad más del 90% de esas nutrias se ha ido. En sólo unas pocas décadas, esta bulliciosa civilización se convirtió en una ciudad fantasma. “Puedes viajar diez millas de costa y nunca ver un animal”, expresó.
La pérdida no solo afecta el paisaje. Las nutrias marinas mantienen unido todo el ecosistema de las islas Aleutianas. A medida que han ido desapareciendo, el resto de la red alimentaria local ha comenzado a desmoronarse: un proceso que se ha acelerado y agravado por el cambio climático.
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Esta situación fue estudiada por un grupo de científicos que incluyó la presencia de Estes. El informe fue publicado en la revista Science y reveló que, debido a la ausencia de nutrias, la cantidad de erizos de mar se ha disparado. Éstos permanecen alfombrando el fondo del mar con esferas espinosas que cortan bosques enteros de algas marinas.
Ahora, incluso los arrecifes de algas rojas vivas -en los que alguna vez estuvieron los remolinos de algas- están en peligro. “Estos arrecifes de larga vida están desapareciendo ante nuestros ojos”, afirmó Doug Rasher, ecólogo marino del Laboratorio Bigelow de Ciencias Oceánicas en Maine y primer autor del estudio.
Suavizadas por las aguas cálidas y acidificantes, las estructuras parecidas a los corales, han sucumbido rápidamente a los diminutos dientes de los erizos que pueden aniquilar años de frágiles algas de un solo bocado.
Los hallazgos apuntan a la importancia de las nutrias en la zona. Estos mamíferos marinos actúan no sólo como depredadores, sino que también como protectores. Ayudan a mantener el equilibrio biológico a través de sus voraces apetitos: una sola nutria marina puede devorar casi 1.000 erizos de mar al día. “Se los comen como palomitas de maíz”, puntualizó Estes.
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Las nutrias que habitan en las islas Aleutianas han experimentado escenarios difíciles anteriormente. Los comerciantes de pieles de los siglos XVIII y XIX, cazaron a estos animales y los dejaron al borde de la extinción, lo que también disparó el número de erizos de mar. Cuando las poblaciones de nutrias se recuperaron después de restringir la captura, el arrecife también se recuperó.
Pero en el contexto de cambio climático, la red de seguridad del arrecife se ha ido. En las últimas décadas, un exceso de dióxido de carbono en la atmósfera ha acidificado las aguas del océano, lo que dificulta que las algas se protejan. “Los arrecifes están produciendo esqueletos menos densos”, dijo Rasher. “Y la temperatura agrava ese problema”.
Para cuantificar el daño, Rasher y el equipo de investigadores recolectaron muestras de algas menguantes durante años, y las analizaron en el laboratorio. Cuando los océanos estaban sanos, descubrieron que los pellizcos de los erizos apenas habían rayado la superficie de las algas, Pero al encontrarse con capas de arrecifes debilitados, los erizos excavaron varios milímetros de profundidad, equivalentes hasta a siete años de crecimiento.
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La disminución de las algas también parece acelerarse. Cuando los científicos cultivaron erizos y algas en condiciones que simulaban el pasado preindustrial, el presente y un futuro proyectado en el laboratorio, encontraron que las circunstancias contemporáneas impulsaban a los erizos a roer un 60% más rápido.
Los hallazgos agregan otro ejemplo a la lista de ecosistemas que están siendo devastados por el calentamiento global. Además, muestra cómo las alteraciones de la cadena alimentaria y el cambio climático pueden potenciarse de una manera desastrosa.
Pero estas relaciones ocultas pueden tener indicios de soluciones. La repatriación de nutrias podría ayudar a los arrecifes en el corto plazo. “Nos da tiempo para actuar juntos en términos de frenar las emisiones globales de carbono”, dijo Rasher.
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