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Un nuevo estudio sostiene que los adolescentes que viven en zonas con altos niveles de luz artificial exterior por la noche, duermen menos y tienen más probabilidades de tener trastornos del estado de ánimo que los adolescentes que viven en lugares con bajos niveles de luz exterior.

La investigación fue publicada este miércoles en la revista JAMA Psychiatry. Expertos han estudiado durante mucho tiempo la asociación entre la luz artificial dentro de la casa y la salud mental, pero pocos estudios han analizado el impacto de la luz artificial exterior, especialmente en los adolescentes, lo que hace que este sea el primer estudio de este tipo, dijeron los autores, con “potenciales implicaciones a largo plazo para la salud mental y física”.

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Aunque la exposición a la luz ambiental es solo un factor en una red más compleja de factores que influyen en el sueño y el comportamiento, es probable que sea un objetivo importante para la prevención y para las intervenciones en la salud de los adolescentes”, dijo la coautora Kathleen Merikangas, investigadora sénior y jefa de la Subdivisión de Investigación de Epidemiología Genética del Instituto Nacional de Salud Mental, en un comunicado.

Sueño deficiente en los adolescentes

Cuando nuestro reloj interno de 24 horas, llamado ritmo circadiano, se ve interrumpido por un cambio en los patrones de sueño o un trastorno del sueño, afecta tanto nuestra salud física como mental. La ciencia ha relacionado el sueño deficiente con la presión arterial alta, un sistema inmunitario debilitado, aumento de peso, falta de libido y un mayor riesgo de diabetes, apoplejía, enfermedad cardiovascular, demencia y algunos tipos de cáncer.

Las interrupciones del sueño y los ritmos circadianos también están relacionados con ciertos trastornos mentales, incluidos el trastorno bipolar, los cambios de humor, la paranoia y la ansiedad. La secreción de la hormona del sueño melatonina comienza en la oscuridad. Investigaciones han encontrado que el cuerpo ralentizará o detendrá la producción de melatonina si está expuesto a la luz.

Aunque los preadolescentes y los adolescentes necesitan dormir más de nueve horas por noche, son los menos propensos a descansar lo suficiente, en parte debido a la atracción que ejercen las redes sociales y los teléfonos inteligentes, y en parte a los hábitos de irse a dormir tarde.

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Más del 90% de los estudiantes de secundaria en Estados Unidos tiene falta de sueño crónica, y el 20% duerme menos de cinco horas por noche, según una encuesta de Sleep in America. Según un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la falta de sueño hace que los adolescentes se involucren en comportamientos más riesgosos, como beber alcohol, enviar mensajes de texto mientras conducen o no usar el cinturón de seguridad o el casco, en comparación con aquellos que duermen al menos nueve horas por noche.

Estudios anteriores sobre el descanso de los adolescentes descubrieron que menos de ocho horas de sueño por noche también se asociaban con obesidad, migrañas, actividad sexual, abuso de sustancias, falta de ejercicio, sentimientos de depresión y pensamientos suicidas.

Los adolescentes en ciudades con niveles más altos de luz artificial puertas afuera no solo se acostaban más tarde y dormían menos, sino que también tenían más probabilidades de tener un trastorno del estado de ánimo o ansiedad. Específicamente, los adolescentes expuestos a niveles de luz más altos tenían más probabilidades de ser diagnosticados con trastorno bipolar o una fobia específica, encontró el estudio.

También hubo una disparidad racial y socioeconómica, según el estudio. Los niveles de luz artificial nocturna variaron según factores como la densidad de población y el estatus socioeconómico: los adolescentes de grupos de inmigrantes o minorías raciales o étnicas de familias con bajos ingresos tenían más probabilidades de vivir en áreas con altos niveles de luz exterior durante la noche.

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Estos hallazgos ilustran la importancia de la consideración conjunta de la exposición (a la luz) tanto a nivel ambiental como individual en las investigaciones sobre la salud mental y el sueño”, dijo la autora del estudio Diana Paksarian, becaria de investigación posdoctoral del Instituto Nacional de Salud Mental, en una declaración.

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