A lo largo de las últimas décadas las alergias y el asma se han transformado en una de las enfermedades infantiles más comunes, especialmente en países desarrollados.
Según cifras del sector de Inmunología de la Clínica Universidad de los Andes del año 2019, aproximadamente del 20 al 30% de los chilenos sufre alergias de tipo respiratoria (rinitis o rinoconjuntivitis). Cifra que ha ido aumentando paulatinamente debido al cambio climático, la contaminación ambiental y al incremento de las medidas de higiene.
Cuando las personas padecen de ésta condición su sistema inmune gatilla incorrectamente sustancias nocivas para montar una defensa innecesaria.
La respuesta puede variar de síntomas leves, tales como los estornudos o una nariz tapada a los más graves como los casos de anafilaxis producidos por ataques de asma.
Una de las causas que se barajan dentro del aumento de éstos padecimientos es la baja exposición a la naturaleza (en comparación a generaciones pasadas). Sin embargo la ciencia sugiere que ese no es el caso.
Sin embargo, parece que estar expuesto al aire libre y a las diversas bacterias, hongos y otros microorganismos puede ayudarnos a protegernos de la alergia y el asma.
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En 1989, el investigador David Strachan examinó los patrones de las alergias de más de 17 mil niños en Inglaterra. Entonces se dio cuenta que los miembros más jóvenes de familias numerosas eran menos susceptibles a sufrir esta condición que otros niños de mayor edad o de grupos familiares más pequeños.
Propuso que éstos jóvenes estaban más expuestos a enfermedades infantiles a una edad más temprana, ya que los patógenos circulaban ampliamente en estos núcleos familiares y los infantes (en su condición de aprendizaje) no disponían ampliamente de las herramientas higiénicas.
Una mayor exposición a dichos patógenos ayudaba a “entrenar” sus sistemas inmunes para así no sobre reaccionar a agentes neutros como el polen.
Strachan acuñó el término “hipótesis de la higiene” para explicar este fenómeno, y la idea ha estado apelando a nuestro lado sucio como la causa de la condición desde entonces.
Sin embargo, el científico se equivocó en un factor: la asociación entre la sanidad y las alergias no es debido a la poca exposición en las etapas tempranas de la infancia.
Grandes estudios en Dinamarca, Finlandia y el Reino Unido no han logrado encontrar ningún vínculo de infecciones virales durante la infancia y las enfermedades alerógenas. En otras palabras, la exposición a enfermedades infantiles no previene ésta condición.
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De hecho, la exposición a éstos patógenos, además de hacer que el niño se enferme, puede contribuir al desarrollo del asma en casos donde el sujeto está predispuesto.
Muchos investigadores afirman que el término “hipótesis de la higiene” no es sólo poco acertado sino que potencialmente peligroso, ya que sugiere que evitar infecciones es algo negativo (lo cual no es el caso).
Las buenas prácticas en la higiene, tales como lavarse las manos, son críticas para la reducción de enfermedades infecciosas y potencialmente mortales tales como la influenza o el ahora peligroso coronavirus.
¿Cuál es la “buena” exposición a las bacterias?
Según ScienceAlert, para tener un sistema inmune saludable necesitamos ser expuestos a amplio rango de bacterias, hongos y otros patógenos en un hábitat donde no nos enfermen.
Investigaciones recientes desarrolladas dentro de los ambientes urbanos muestran que las personas que viven cerca de áreas verdes con ecosistemas biodiversos tienden a ser más saludables; con una presión vascular más bajas, tasas de diabete más bajas e incluso muertes prematuras menos probables.
Más específicamente, la investigación descubrió que crecer cerca de granjas o bosques reduce la probabilidad de desarrollar asma u otras alergias.
Esto se puede deber potencialmente a la exposición del cuerpo a diferentes organismos, con una proporción menor de patógenos humanos. Eso “entrenaría” al sistema inmune para no sobrerreaccionar a proteínas inocuas del polen, el manó y otros gatillantes alérgicos.
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