Los árboles nativos, longevos y que crecen en condiciones extremas son capaces de entregar información valiosa sobre el clima del pasado. Particularmente a través del estudio de sus anillos, se pueden analizar patrones espaciales y temporales de procesos biológicos, físicos y culturales. La ciencia que se ocupa de esta tarea es conocida como Dendrocronología.

Dedicados precisamente a esto, un grupo de investigadores del Laboratorio de Dendrocronología y Cambio Global de la Universidad Austral se encuentra reuniendo información sobre los últimos mil años de sequía en Chile. A través la observación de especies como el ciprés, la araucaria o la queñoa, están elaborando un atlas que mostrará los cambios y variaciones espacio-temporales en el territorio nacional.

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“Los árboles -que en algunos casos pueden llegar a ser milenarios- nos permiten contextualizar en una situación de mayor plazo, los eventos que estamos viviendo en estos momentos”, explica para Desafío Tierra, Carlos LeQuesne, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la U. Austral y director del proyecto Fondecyt.

Sobre las especies con las que trabajan, asegura que deben ser longevas y su madera debe mantenerse bien conservada. Destaca que en el altiplano, las condiciones extremas hacen que la madera sea duradera y se conserve durante mucho tiempo, al igual que en la zona central.

Algunos de los hallazgos han revelado, que durante el siglo XIX y XX hubo años con sequías severas. Uno de ellos fue 1863, un dato histórico que ahora se comprueba gracias a los anillos de los árboles. Los años 1892, 1911, 1914, 1924 y 1968 también fueron años particularmente secos. Sin embargo, largas sequías consecutivas sin años intercalados de lluvia, como lo que hemos observado durante el último tiempo, no es común de encontrar.

LeQuesne agrega que también existió un período de sequía entre los años 1863 y 1866,  “pero el tema es cuán frecuentes son, si son más frecuentes ahora que antes, y qué extensión espacial cubren”. Todo eso se podrá estudiar gracias a un “atlas de sequía que nos permite tener eso: una métrica”.

Pese a que las sequías se han transformado en algo cada vez más común, todavía no se conoce completamente el fenómeno. La creación de un atlas, aparece como una oportunidad para”estudiarlas a través de los anillos de los árboles, y tener la posibilidad de usar nuestras extraordinarias bases de datos de maderas milenarias de araucarias y cipres de la cordillera”, expresa el investigador.

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La iniciativa ha podido avanzar más rápidamente gracias a la colaboración con distintos laboratorios internacionales, como el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA). “A finales del año 2020 tendremos un atlas de Chile de sequías en alta resolución, eso significa una resolución espacial más alta de la que actualmente se tiene, usando datos meteorológicos y más cronologías que las que antes se tenías”, concluye Le Quesne.

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