Quedarse en casa, en confinamiento, es una de las medidas que más han repetido las autoridades de todo el mundo para enfrentar el coronavirus. Sin embargo, muchas veces no es tan simple. En Chile, los brotes registrados en cités, viviendas colectivas y departamentos de escaso metraje han dejado al descubierto una realidad que existe desde hace tiempo: el hacinamiento y el desigual acceso a un lugar para vivir.
Los especialistas lo reconocen: no es lo mismo llevar una cuarentena en comunas donde las viviendas son más grandes y tienen, por ejemplo, un baño y una habitación para cada integrante de la familia. Según un estudio realizado por Fundación Sol, en Vitacura cada vivienda tiene 106 m2 de extensión en promedio, mientras que en Puente Alto cada casa alcanza una media de 44 m2.
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Bien sabemos que no es fácil acceder al mercado inmobiliario. Una investigación realizada en agosto de 2019 por la Cámara Chile de la Construcción (CChC) reveló que comprar una vivienda en Chile, especialmente en Santiago, es “severamente no alcanzable”, superando a otras grandes urbes del mundo como Montreal en Canadá, Manchester en Inglaterra y Dublín en Irlanda.
El primer trimestre de 2020, a raíz del estallido social y la crisis del COVID-19, las ventas de viviendas nuevas en el Gran Santiago se desplomaron. Enzo Langer, experto en mercado inmobiliario, explica que “estamos empezando a sufrir los efectos del poco circulante, excesivo endeudamiento de las personas y el alto desempleo. Lamentablemente, el interés por invertir se ha diluido en esta área, en gran parte producto de la incertidumbre que existe a nivel mundial”.
En esa misma línea, producto de la incertidumbre económica y laboral que ha dejado el coronavirus, los bancos restringieron fuertemente las condiciones para el otorgamiento de créditos hipotecarios. Según la Encuesta de Créditos Bancarios, dada a conocer por el Banco Central, la proporción de entidades consultados que reportó condiciones más acotadas creció de 18% a 55% para los créditos destinados al financiamiento de viviendas.
“El futuro se avizora complejo e incierto. Muchos de mis colegas dan este año por perdido, debido a la falta de demanda, las restricciones crediticias y a los precios de las viviendas, que si bien, al menos en Chile, moderaron su aumento, mantienen la tendencia al alza. Por ello, las ganancias para quienes venden este año serán mínimas”, señala el experto Enzo Langer.
Casas del futuro: El desafío de la planificación urbana
Tal como decíamos, el coronavirus ha revelado una realidad que, si bien la conocíamos, no estaba en la palestra pública: el hacinamiento y la falta de intimidad en los hogares. Una vez superada la crisis sanitaria, la arquitectura tiene que pensar un nuevo desafío: evaluar cómo serán las viviendas del futuro.
Javier Vergara, director ejecutivo de Ciudad Emergente, señala que uno de los factores más relevantes para edificar es el entorno urbano, que hoy más que nunca debe ser de buena calidad. “Por mucho tiempo, nos hemos fijado en la cantidad de viviendas que construimos, pero no en la calidad”, lo que se relaciona, según sostiene, con “los equipamientos, como la cantidad de supermercados, parques o plazas, que hacen que la persona que vive en un edificio o casa, tenga espacios para distenderse”.
Para ello, Vergara sugiere fijarse en las grandes urbes europeas, que privilegian buena calidad de barrios. “Uno de los factores fundamentales es que no necesites desplazarte para ir a comprar y, por ejemplo, se privilegia que las personas no circulen en vehículos. Que sea una vivienda donde puedas salir caminando. Eso aumenta la calidad de vida de las personas”, explica.
El director ejecutivo de Ciudad Emergente señala que la densidad habitantes en un espacio no es necesariamente negativa, si es que se planifican las comunidades. “Puedes lograr una densidad en baja altura o puedes tener edificio de alta cantidad de habitaciones, pero en el fondo considerar que ese edificio tenga vacíos y las personas puedan salir a un espacio libre para recrearse”, dice y pone como ejemplo a Nueva York, una de las ciudades más golpeadas por la pandemia, donde existe una alta concentración de habitantes, pero ellos pueden distenderse en parques cercanos, como el Central Park, manteniendo una distancia social generosa.
En ese sentido, sobre en todo en época de confinamiento, Vergara plantea que es fundamental contar con áreas verdes, tanto en interiores como exteriores, que no sólo aportan aire y luminosidad, sino además coayudan a la salud mental de las personas. En el caso de Chile, por ejemplo, no muchas veces se cumple este precepto. Señala que en la comuna de Estación Central, las personas no cuentan con áreas recreación y probablemente sea muy difícil implementarlas una vez que ya está edificado.
“El desafío es pensar el espacio de la calle, darle prioridad a las personas por sobre el estacionamiento de vehículos, por ejemplo. En las zonas altamente densificadas de Santiago eso se puede hacer rápido, transformarlas en plazas de bolsillo, como se está haciendo en Milán, una ciudad ampliamente densificada”, explica el arquitecto.
“Lo que necesitamos es voluntad y visión. Voluntad para dar los permisos necesarios, y visión para entender que es necesario que esto ocurra, que es necesario pensar la ciudad para vivirla”, añade.
Finalmente, el arquitecto señala que en Chile hay buenas experiencias de transformación de las ciudades, pero que se necesita actuar con mayor agilidad. “Chillán, donde hubo una alta presencia de casos positivos de COVID-19, presentó un plan para peatonalizar las calles, en sitios donde antes podían circular sólo vehículos. Algo similar sucedió en Rancagua y, en el caso de Santiago, hay experiencias como el Paseo Banderas. Sólo hay que esperar que, una vez llegado el momento, se tomen las acciones tácticas”.
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