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Una criatura en miniatura exquisitamente preservada en ámbar durante casi 100 millones de años es probablemente el dinosaurio más pequeño jamás descubierto.
“Las inclusiones esqueléticas en el ámbar de aproximadamente 99 millones de años del norte de Myanmar proporcionan información sin precedentes sobre los tejidos blandos y la anatomía esquelética de la fauna diminuta, que generalmente no se conservan en otros entornos“, indican en el resumen de la investigación.
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El cráneo en forma de pájaro del animal, descrito en Nature este 11 de marzo, mide menos de 2 centímetros de largo, lo que sugiere que la criatura era del tamaño del colibrí de abejas (Mellisuga helenae), el ave viva más pequeña. Su descubrimiento podría ayudar a los científicos a comprender cómo esas criaturas evolucionaron para ser tan pequeñas.
“Nos revela un linaje completamente nuevo de aves”, dice Jingmai O’Connor, paleontólogo del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de la Academia de Ciencias de China en Beijing, quien dirigió el estudio. O’Connor y su equipo asignaron al animal un nuevo género y especie, Oculudentavis khaungraae ; el nombre del género significa ‘pájaro ojo-dientes’. El dinosaurio pesaba tal vez dos gramos y vivió durante la era Mesozoica, que duró entre 250 y 65 millones de años.
El fósil, que se encontró en el estado de Kachin en el norte de Myanmar, está excepcionalmente bien conservado para un espécimen de su tamaño, dice O’Connor. Su pequeño pico está repleto de docenas de dientes afilados, lo que sugiere que en la vida, se alimentaba de insectos y otros pequeños invertebrados. Sus ojos sobresalen de ambos lados de su cráneo, lo que significa que, a diferencia de la mayoría de los depredadores modernos, este dinosaurio no tenía visión binocular. Y el tamaño y la edad de la criatura significa que la miniaturización en las aves ocurrió mucho antes de lo que los científicos pensaban anteriormente.
“Es un espécimen realmente sorprendente“, dice Amy Balanoff, bióloga evolutiva de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland. El registro fósil está sesgado hacia las grandes criaturas, que se pueden preservar más fácilmente en rocas sedimentarias. Pero si la interpretación de los autores es correcta, dice, es evidencia de que la diversidad ecológica y morfológica que vemos en las aves modernas se remonta. “Y donde cabe, sigue siendo un fósil importante”, agrega.
La investigación adicional sobre el fósil, por ejemplo, la búsqueda de biomoléculas en su tejido blando preservado, requerirá avances en las técnicas de investigación que no dañan la muestra, dice O’Connor.
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Si bien los especímenes de color ámbar pueden brindar a los científicos ventanas detalladas del pasado, el descubrimiento de fósiles, en el norte de Myanmar, devastado por la guerra, resalta un dilema que enfrentan muchos científicos que trabajan con el material, dice Victoria McCoy, paleontóloga de la Universidad de Wisconsin en Milwaukee. Las condiciones en las minas de ámbar allí, así como la situación política en Myanmar, han dejado a algunos científicos cuestionándose si deberían estar trabajando en estos fósiles. Y aunque McCoy continúa trabajando en tales especímenes, “es algo en lo que todos deberían pensar al hacer este tipo de investigación”, dice ella.
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