Un estudio realizado por investigadores del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) dio a conocer cómo el derretimiento de glaciares ayudó en la formación de grandes poblaciones de microalgas en zonas costeras Antárticas.
Hasta la fecha, debido a sus condiciones oceanográficas, la Antártica había registrado densidades relativamente bajas de fitoplancton, organismos fundamentales en la fotosíntesis de los océanos y que también son parte basal de las tramas tróficas que alimentan a especies mayores, como pingüinos y ballenas.
Durante la primavera de 2016, se registró un mínimo histórico de hielo marino, lo que provocó un importante aumento en la temperatura del agua durante el verano de 2017, esto sumado al derretimiento constante de glaciares en el territorio antártico, hicieron que este tipo de microorganismos presentarán mayores abundancias.
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El aumento de las microalgas fue analizado por el Dr. Juan Höfer, investigador de IDEAL y académico de la Escuela del Mar de la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), quien durante las dos últimas Expediciones Científicas Antárticas (ECA) realizó mediciones de hierro en los icebergs presentes en las bahías Fildes y South.
“La combinación de entradas de agua dulce de origen glaciar y de aguas superficiales más cálidas hizo que ambas bahías presentasen aguas muy estables que favorecieron el crecimiento del fitoplancton.
Además, los hielos glaciares contienen hierro y esas entradas de agua dulce glaciar aportaron este elemento a las microalgas de las zonas costeras, lo que también favoreció su proliferación”, comentó el investigador.
El fitoplancton consume el dióxido de carbono (CO2) del agua, absorbiendo además este elemento presente en la atmósfera, actuando como sumidero importante de gases invernadero. Las microalgas terminan también en los fondos oceánicos, sirviendo como alimento extra a los animales que viven en las bahías antárticas.
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¿Qué se espera para los próximos años? Höfer manifestó que en escenarios futuros es posible hallar un registro similar a lo ocurrido el año pasado: un aumento en las temperaturas superficiales del agua, lo que estaría acompañado por un mayor deshielo de los glaciares costeros presentes en el continente blanco.
Explicó que “de no entrar en juego ningún otro proceso como cambios en los patrones de viento, estos cambios podrían hacer que las aguas costeras antárticas fuesen más productivas en el futuro, lo que supondría una entrada extra de energía al sistema y un mayor consumo de CO2 atmosférico en esas zonas”.
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