Algunos aspectos de la muerte no son totalmente irreversibles. Durante abril de 2019, científicos de Yale anunciaron que lograron restauraron exitosamente la circulación y actividad celular en cerebros de cerdos que ya llevaban cuatro horas muertos.
El equipo enfatiza que los cerebros restaurados no estaban vivos, pero sí celularmente activos.
El experimento gira en torno a un sistema recientemente desarrollado llamado BrainEx.
En una publicación de Nature, los científicos explicaron que dicho sistema implica conectar los sistemas vasculares del cerebro a una solución desarrollada para preservar el tejido cerebral.
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La solución actúa como un sustituto de la sangre y contiene un transportador de oxígeno basado en la hemoglobina, además de un grupo de agentes farmacológicos para mantener el cerebro muerto (o en proceso de morir) con vida.
En los experimentos el equipo tomó 32 cerebros recolectados del matadero del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Luego los conectaron al sistema BrainEx cuatro horas después de que los cerdos habían sido asesinados y su materia gris hubiera sido extraída.
Los científicos no observaron ninguna actividad eléctrica asociada con la percepción o consciencia. Sin embargo, observaron otro resultado milagroso: BrainEx restauró y mantuvo la circulación de las arterias principales, pequeñas venas y vasos capilares.
Asimismo, el sistema redujo la muerte celular, preservó la arquitectura anatómica, gatilló actividad neuronal espontánea y activó el metabolismo cerebral. Mientras que los cerebros sin tratamiento se descompusieron rápidamente.
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El equipo detuvo el experimento luego de 6 horas debido a la limitada disponibilidad de la solución BrainEx, lo que significa que aún no saben por cuanto tiempo estas funciones podrían mantenerse.
La meta del estudio no era restaurar la consciencia y la investigación fue realizada a través de estrictas guías éticas. “No buscábamos que los cerebros se volvieran conscientes, pero estábamos preparados para lidiar con la situación que ocurrió”, declaró Stephen Latham, coautor de la investigación y doctor en bioética, para Inverse.
“Los investigadores estaban preparados para intervenir con el uso de anestésicos y reductores de temperatura para detener una posible actividad eléctrica global de la corteza cerebral“, agrega Latham.
“Todos acordaron de antemano que los experimentos que involucran revivir la actividad global del cerebro no podrían realizarse sin estándares éticos claros y mecanismos de fiscalización institucionales”, concluyó.
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