Poder simular el futuro e imaginar posibles escenarios es un ingrediente esencial que requiere nuestro cerebro para tomar decisiones. En esta combinación de realidad e imaginación, diferentes redes neuronales se activan, de acuerdo a cada alternativa que dibujamos en nuestra mente.
“Para tomar buenas decisiones, tenemos que hacer buenas simulaciones”, explica el Dr. Pedro Maldonado, investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) y quien está elaborando una teoría sobre la conciencia y su vínculo con los mecanismos cerebrales de la elección.
El científico y director del laboratorio de Neurosistemas, del BNI, abordó estas temáticas durante la última jornada Pizza Talks, en la Facultad de Medicina, de la Universidad de Chile. El encuentro, también contó con la participación del Dr. Jorge Mpodozis, quien se refirió a la relación entre conciencia y lenguaje.
“Estamos trabajando en una teoría para entender algunos mecanismos neurobiológicos implicados en la toma de decisiones, proceso en el que se estima, las personas deben evaluar las diferentes alternativas referentes a una elección“, comentó Mpodozis.
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¿Tomar helado de vainilla o de tiramisú?, o ¿dónde ir de vacaciones?, son ejemplos de algunos escenarios. Y para poder pensarlos, lo que hace el cerebro es usar parte de sus capacidades e información ya almacenada, para simular las alternativas que está considerando, lo que implica poder imaginarlas”, agregó el Doctor en Ciencias Biomédicas.
En ese proceso de imaginación y proyección hacia el futuro, explica Maldonado, nuestro cerebro activa las mismas áreas y redes que ocupa cuando está viviendo en el mundo real.
Por otro lado, mientras más sofisticada o novedosa es la decisión, más caminos o alternativas imaginarias deben ser evaluadas por nuestro cerebro, procedimiento que a su vez, requiere un gran esfuerzo, ya que se genera un gasto energético mayor al usar más de nuestras redes cerebrales.
Si bien el científico asegura que todo el tiempo estamos tomando decisiones, no todas nuestras acciones en el mundo responden a este mismo mecanismo. “Hay acciones o respuestas automáticas, como cuando nos preguntan por una taza de té o café. Si solo nos gusta el café, casi no realizamos un proceso de toma de decisiones”, aclara el investigador.
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La conciencia y su rol en la elección
Entonces, ¿Qué hace nuestra mente para poder separar la simulación de la realidad y no perderse en este laberinto de posibilidades?
En ese marco es donde aparece la conciencia, afirma Maldonado: “Nuestra teoría sobre la conciencia, se entiende como un sistema que utiliza el cerebro para distinguir entre simulación y realidad”
Al respecto, el investigador de BNI asegura que el cerebro necesita poder diferenciar si se está viviendo una experiencia real o si ésta está siendo imaginada. De lo contrario, el procesamiento de estas vivencias pueden incluso, resultar peligroso para nuestra integridad y salud.
“Si el cerebro está tan ocupado pensando en algo puede desconectarme de la realidad y no procesar los estímulos del mundo. Por tanto, se necesita de un mecanismo cerebral que permita cambiar de un estado a otro“, afirma el especialista.
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“Si mientras camino voy imaginando cómo serían mis vacaciones y me dejo llevar por esas emociones, puedo no ver que se acerca un camión por la calle y eso es realmente complicado”, ejemplifica Maldonado.
En ese contexto es que los humanos se valen de la conciencia. Esto, ya que el cerebro utilizaría sus recursos o para imaginar o para procesar la realidad. “El cerebro necesita de un sistema que, constantemente, esté diciéndole qué es realidad y qué es simulación. Y la conciencia sería lo que experimentamos cuando este mecanismo se da cuenta que está funcionando”.
Para el científico, la conciencia también es una experiencia subjetiva, que se vive tal como puede ser el dolor, un sabor o lo que es percibido mediante la vista. Debido a ello es que aún su estudio experimental es complejo, pues además se desconoce su localización en el cerebro.
Neurociencia para la sociedad
La facultad de tomar decisiones tiene altas implicancias en la sociedad. Se estima que aquellas personas que han perdido su habilidad para realizar esta tarea, son legalmente inimputables.
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“En ese contexto, ya sabemos que mientras más grande es un daño cerebral, más se disminuye la posibilidad de simular y por tanto, de tomar decisiones, hecho que también tiene una consecuencia legal importante”.
Tener manejo de nuestras decisiones y conductas, permite hacernos responsables como personas y miembros de una sociedad, asegura Maldonado.
Por todo ello, es que avanzar en el estudio de cómo funcionan estos mecanismos del cerebro también podría tener un impacto importante en la comunidad.
“Desde la neurociencia, esperamos que estos conocimientos también contribuyan a que nuestra sociedad vaya cambiando y avanzando, con mejoras en nuestras leyes y otros aspectos éticos fundamentales”, concluye el investigador de BNI.
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