En las alturas de los himalayas, un peludo perro trota tras los dobleces de la túnica de un monje budista. En las calles de la ciudad de Panamá, otro perro se echa en una estrecha sombra, escapando del calor del sol de medio día.

En sus cuerpos un tipo de cáncer crece. Sus tumores parecen únicos, sus contornos hinchados y desmoronados al ras de los vasos sanguíneos frescos que emergen de debajo de una cola aquí o entre las piernas allá.

Pero las células que se dividen dentro de cada uno, en continentes separados, son el mismo organísmo. Si es que llamaras a un grupo de células cancerígenas de 6 mil años de antiguedad un “organismo”.

Estas antiguas células fueron parte de un perro que deambulaba por la congelada estepa siberiana. Una criatura parecida a un husky vivía en los tiempos en que los humanos aún no inventaban la rueda o la pala.

Luego mutaron, encontrando una forma de evadir el sistema inmune canino, una forma de sobrevivir a su cuerpo, encontrando otro. Este cancerígeno parásito canino, transmitido a través de la esperma sigue viviendo hasta el día de hoy; el único remanente de la ahora extinta raza de perro siberiano.

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A través de milenos ha saltado entre cuerpos esparciéndose como un virus alrededor del mundo. “Tumor venéreo transmisible canino”, o TVTC, se puede encontrar en perros de todo el mundo.

Es el cáncer de más longevo conocido por el hombre. Pero hasta ahora, nadie había mirado profundamente en su ADN para rastrear sus origenes evolucionarios y descubrir el secreto de su éxito viral.

Durante la última década y media, veterinarios de casi todos los países han estado juntando el material para realizarlo, cortando pequeños trozos de estos tumores cada vez que lo encontrasen, sellándolos en tubos de laboratorios y enviándolos al laboratorio de Elizabeth Murchison en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido.

Murchison es mejor conocida por su trabajo investigado un cáncer contagioso que casi destruyó la población mundial de demonios de tazmania.

Ahora su equipo ha usado su masiva colección de muestras de tumores de perro para crear el primer mapa genético del TVTC. Publicado en la revista Science, la investigación no sólo traza la prolífica colonización de estas células al mejor amigo del hombre, también comienza a revelar el misterio del extraño éxito evolucionario de este cáncer, ofreciendo un vistazo a cómo los humanos podrían dominar su propio cáncer.

“Los tumores humanos no tienen mucho tiempo para evolucionar, años, quizá décadas, así que exhiben una competencia muy fuerte”, afirma Adrian Baez-Ortega, estudiando de doctorado en el laboratorio de Murchison y el principal autor de la investigación para Wired.

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Dentro de un tumor humano, diferentes mutaciones crean subgrupos de células que compiten con otras para sobrevivir. Al atacarlas con quimioterapia, y cualquier célula más resistente sobrevivirá, permitiendo que algunas mutaciones dominen el tumor.

Este fenómeno se conoce como “barrido selectivo”, y ocurre una y otra vez al comienzo del ciclo de vida de un tumor, esto para hacerlo cada vez más agresivo. Hay más de 200 genes conductores conocidos en humanos, genes que cuando mutan incrementan la resistencia de las células cancerígenas.

Sin embargo, el equipo de Baez-Ortega descubrió que en el TVTC sólo 5 genes conductores mutaron al comienzo de la vida de este cáncer. Posiblemente todos estaban presentes en ese primer perro.

“Estas son mutaciones muy comunes en el cáncer humano”, afirma Baez-Ortega. “Ninguna de ellas es muy especial. No descubrimos nada que indique que el TVTC haya adquirido la capacidad de transmitirse a través de la evolución. Sólo emergió en el tiempo y lugar correcto en la anatomia del perro para asegurar una ruta de transmisión”.

Para que un cáncer se vuelva contagioso, debe eliminar dos serias barreras. Primero, las células cancerígenas deben encontrar una forma de transmitirse físicamente de un individuo a otro. Para aclarar, esto es diferente al caso de los patógenos humanos que pueden causar cáncer, como el Virus del Papiloma Humano.

En segundo lugar, las células deben ser capaces de evadir el sistema inmune de un nuevo huésped una vez lleguen a él. Los demonios de tazmania se contagian el cáncer a través de violentas mordidas a la cara, características de sus rituales de apareamiento. Los perros contagian el suyo a través de contacto sexual, los tumores crecen en los órganos del animal y muda células durante el proceso.

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Pero los cánceres contagiosos no son poco frecuentes en la naturaleza. Sobretodo en el mundo de los invertebrados, específicamente moluscos, quienes tienen sistemas inmunes mucho menos desarralloados; por lo que en ocasiones las células necesitan transmitirse sólo a través del medio disponible.

Funciona de peor forma en vertebrados, quienes son más hábiles en rechazar células ajenas. Pero incluso en humanos, han habido unos cuantes casos documentados de cáncer contagioso.

Estos se desarrollaron en escenarios donde el sistema inmune de la persona estaba suprimido o poco desarrollado, transplántes de órganos que han resultado en el paciente contrayendo cáncer gracias al tejido infeccioso del donador, o en fetos que adquieren el cáncer de sus madres a través de las células transmitidas a través de la placenta.

Aunque estos sean ejemplos extremos, y a pesar de que no exista evidencia de que ningún cáncer humano ha desarrollado una transmisibilidad más amplia, esto no es descartable.

Si los científicos se encuentran en algún momento con un cáncer que salte de paciente en paciente, entender la evolución genética de TVTC será un conocimiento invaluable. Pero por ahora, el mapa genético ayudará a tratar los tipos de cáncer actuales.

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