(CNN) – Muchos científicos han estudiado cómo se propagó la gripe de 1918 hasta convertirse en la pandemia más letal de la historia. Esta investigación se está volviendo cada vez más relevante debido a la actual crisis por el COVID-19. Sin embargo, se han realizado pocos estudios sobre cómo el cambio climático contribuyó en la pandemia de 1918, hasta ahora.

La gripe de 1918 coincidió con los años finales de la Primera Guerra Mundial, estando bien documentado que las fuertes lluvias y las bajas temperaturas afectaron muchas batallas.

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Un nuevo estudio reveló que el clima frío y lluvioso fue parte de una anomalía climática única en un siglo que ocurrió entre 1914 y 1919, la cual se sumó a lo grave que fue la pandemia de 1918.

“Sabíamos antes, por fotos y testimonios de testigos presenciales que los campos de batalla de Europa estaban realmente embarrados y lluviosos, los soldados murieron por todo tipo de exposición, incluso a veces, ahogándose en el barro y en las trincheras. Lo que es noticia es que, de hecho fue una anomalía de seis años y no solo uno o dos casos”, sostuvo el investigador principal de este estudio Alexander More.

El cambio climático en 1918

Un equipo de más de una docena de científicos recolectó y analizó un núcleo de hielo alpino para reconstruir las condiciones ambientales de Europa durante la Primera Guerra Mundial. El proceso implica el uso de un láser que derrite un poco de la superficie del hielo. Además, analiza las sustancias químicas liberadas por cada capa de vapor de agua. Es tan preciso que pueden identificar las estaciones exactas de cada capa de hielo.

Los investigadores luego compararon los datos del núcleo de hielo con los registros históricos de muertes durante ese período de tiempo y los registros de precipitación y temperaturas de cada mes.

Los investigadores descubrieron que el persistente clima frío y húmedo durante los inviernos de 1915, 1916 y 1918 fue causado por ráfagas anormalmente altas de aire marino del Atlántico Norte. Las muertes en Europa alcanzaron su punto máximo tres veces durante la Primera Guerra Mundial y todos estos ocurrieron durante o poco después de las fuertes lluvias y el clima frío, según detalló el estudio.

La lluvia básicamente coincide con la cantidad de personas que murieron. Hay un máximo doble en el otoño de 1918, que es cuando ocurrió la segunda ola y la ola más letal de la gripe española”, detalló More. “Entonces, por supuesto, ya que estamos viendo la segunda ola de COVID-19 en este momento y lo que sucederá (…) esto es una advertencia de lo que puede venir”.

Anomalías atmosféricas

La investigación también reflejó que esta anomalía atmosférica de seis años pudo haber interrumpido los patrones migratorios de varias especies de aves durante los años de guerra, incluidos los patos reales, que son los principales huéspedes animales de los virus de la influenza H1N1.

Eso significó que más patos reales permanecieron en Europa, donde podrían continuar transmitiendo la gripe a los humanos a través del agua contaminada con excrementos de aves.

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Es interesante pensar que lluvias muy fuertes pueden haber acelerado la propagación del virus”, declaró Philip Landrigan, director del Programa de Salud Pública Global del Boston College, que no está afiliado al nuevo estudio.

Una de las cosas que hemos aprendido en la pandemia de COVID-19 es que los virus parecen permanecer viables durante más tiempo en el aire húmedo que en el aire seco. Por lo tanto, tiene sentido que, si el aire en Europa estuviera lleno de humedad durante esos años de la Primera Guerra Mundial, la transmisión del virus podría haberse acelerado”, agregó.

Cambio climático y COVID-19

La investigación de 1918 tiene similitudes inquietantes con la crisis actual. Esto debido a que muchas partes del mundo parecen estar entrando en una segunda ola de COVID-19 o permanecen en una primera ola prolongada del virus.

No solo muchas partes del hemisferio norte están comenzando a ver un clima menos cálido y soleado en la transición al otoño, sino que el cambio climático continúa teniendo efectos adversos en todo el mundo. Por ejemplo, el Atlántico está experimentando una de las temporadas de huracanes más concurridas hasta ahora registradas.

Es realmente la convergencia de nuestras dos crisis principales: el cambio climático provocado por el hombre y las enfermedades infecciosas (…) Absolutamente, el clima afectará la probabilidad de brotes de enfermedades infecciosas. Lo ha hecho en el pasado y lo hará en el futuro”, indicó More.

El cambio climático incentiva otras enfermedades

Según More, los mismos patrones creados por las anomalías climáticas que afectaron la gravedad y la propagación de la pandemia de gripe de 1918 están sucediendo en este momento. Y el COVID-19 no es la única enfermedad infecciosa afectada por el cambio climático.

Muchas otras epidemias en curso se ven afectadas por el clima y especialmente el cambio climático provocado por el hombre. Por ejemplo, el zika y el dengue son transmitidos por mosquitos, y ahora esos mosquitos están llegando a lugares a los que nunca habían llegado (…) Lo mismo puede decirse de otras bacterias y enfermedades en todo el mundo”, sostuvo.

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En un año sin precedentes que parece traer una crisis tras otra, los científicos del clima dicen que es importante observar las conexiones entre ellos y cómo los problemas relacionados con el clima pueden crear condiciones adversas que permitan que las enfermedades infecciosas se propaguen más fácilmente.

No hay duda de que están conectados”, finalizó More, y agregó que se necesita más investigación interdisciplinaria para comprender mejor los vínculos entre el cambio climático y las pandemias.

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