En la búsqueda por tratamientos para el coronavirus, conocimos de la hidroxicloroquina promocionada entusiastamente por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Y la cloroquina, por su parte, ha sido defendida por Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. Sin embargo, la evidencia científica ha demostrado que ambos medicamentos, presentan una serie de efectos adversos para la salud que incluyen problemas al corazón, trastornos mentales y episodios maníacos.
La Agencia de Medicamentos y Alimentación (FDA), ha informado que: “La hidroxicloroquina y la cloroquina no han demostrado ser seguras y efectivas para tratar o prevenir el COVID-19”. Además, ha asegurado que existen una serie de riesgos asociados: “Ritmos cardíacos anormales, como la prolongación del intervalo QT y una frecuencia cardíaca peligrosamente rápida llamada taquicardia ventricular”.
Efectos secundarios también incluyen trastornos del comportamiento, como insomnio, confusión, manía, alucinaciones, paranoia, depresión, psicosis e ideación suicida. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) -dependiente del Ministerio de Sanidad de ese país- ha advertido de esta situación, frente al actual uso de los fármacos en pruebas clínicas. En la misma línea, el director ejecutivo de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), Guido Rasi, ha señalado que el uso de hidroxicloroquina y cloroquina está rodeado de “mucha incertidumbre” y ha expresado que “necesitamos ver datos de ensayos mucho más grandes para saber si son efectivas”.
La aparición de los efectos secundarios
Sobre los efectos adversos, el doctor Pablo Iturra del Centro de Información Toxicológica de la Universidad Católica (CITUC), explica a Futuro 360, que estos “han aparecido principalmente en el caso de pacientes con un uso prolongado del fármaco: de un mes o más”. En las personas que usan el medicamento de forma continua, como los pacientes de lupus “Aparecen efectos cardiovasculares como prolongación del intervalo QT o miocardiopatías o bloqueos de auriculoventriculares, sin embargo, son casos aislados”.
Durante el último tiempo, se registró un aumento importante en las ventas de estos medicamentos para tratar el COVID-19, provocando un agotamiento del stock en las farmacias. “Personas que lo usan de forma crónica como en el caso de los pacientes con lupus se están quedando sin tratamiento”. Por otra parte, existen casos “que están usando este fármaco sin una monitorización estricta y eso puede traer consecuencias graves, por ejemplo, pensando en un paciente que tenga una insuficiencia renal o que tenga una condición cardiovascular de base, podría tener una consecuencia fatal”, afirma Iturra.
El virólogo de la Fundación Ciencia y Vida, Nicolás Muena, explica en Futuro 360 que los principales efectos adversos que se han registrado por el uso de estas sustancias son “arritmia cardíaca, problemas al hígado y al riñón, daño neuronal que puede llevar a convulsiones y baja glucosa en la sangre (hipoglicemia)”. Añade que también existe evidencia de “síntomas psiquiátricos asociados al uso de esta droga en la prevención de la malaria, como lo son psicosis, delirios, cambios en la conducta y depresión”.
Se ha advertido que el uso de la cloroquina, sobre todo en combinación con otras sustancias como la azitromicina, puede causar arritmias cardíacas. “Es por ello que se deben tener en cuenta los antecedentes, sobre las condiciones pre-existentes de los pacientes que puedan afectar al corazón o también al hígado”, explica Muena. “Resulta de vital importancia que este tratamiento se haga bajo vigilancia estricta de médicos y otros profesionales de la salud altamente especializados”, concluye.
El químico farmacéutico Ignacio Sánchez y miembro de la directiva del Colegio de Químico-Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile, expresa que los riesgos de estas sustancias “existen para todos sus usos, sea en artritis reumatoidea, lupus eritematoso sistémico o en neumonías por COVID-19”. Sobre los peligros de la automedicación afirma: “Como colegio hacemos un llamado a no automedicarse, ya que estos fármacos pueden generar mayor riesgo que beneficio si no se dan en el momento adecuado, pudiendo interaccionar con los tratamientos crónicos de nuestros pacientes”.
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