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Los astrónomos descubrieron un misterioso flujo de estrellas antiguas en el recóndito filos de nuestra galaxia: una raza estelar tan diferente a todo lo que conocemos, que podrían ser las últimas de su especie.
Esta inusual colección de estrellas; llamada “corriente Fénix”, pueden ser vistas dentro de la constelación que lleva el mismo nombre, entra dentro de la categoría que los científicos conocen como “corriente estelar”: una larga cadena de estrellas que solían formar un cúmulo globular.
Dichos cúmulos pueden ser separados por la fuerzas gravitacionales de una galaxia, haciendo que estas esferas cósmicas se deformen, alargándose y formando una caravana de estrellas fantasmagóricas destinadas a flotar hacia el exterior del núcleo galáctico.
Tanto las corrientes estelares como los cúmulos globulares son fenómenos estudiados para la ciencia, sin embargo, el caso de Fénix es algo totalmente nuevo para los investigadores. Su química es diferente a cualquier grupo de estrellas previamente vistos, tanto, que ni siquiera parecen pertenecer a estos fenómenos.
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“Podemos trazar el linaje de las estrellas midiendo sus diferentes tipos de elementos químicos, tal y como podemos identificar los ancestros de una persona a través de su ADN“, explica Kyler Kuehn, astrónomo del Observatorio Lowell en Arizona, Estados Unidos, a ScienceAlert.
“Con el caso del cúmulo Fénix, es como si hubiéramos encontrado que el ADN de una persona no encaja con ninguna otra, viva o muerta”, agregó Kuehn.
Existen alrededor de 150 cúmulos globulares en la Vía Láctea, de los cuales todos existen dentro de lo que se conoce como un “halo galáctico”; una tenue estructura esférica que envuelve al relativamente plano disco galáctico, donde gran parte de las estrellas de una galaxia se congregan.
En la franja exterior de dicho halo, sin embargo, existen muchas estrellas que conforman cúmulos globulares. Cada evento cósmico cuenta de cientos de miles de estrellas, y diferentes observaciones a los grupos estelares de la Vía Láctea que han demostrado que todos cuentan con una consistencia química similar.
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Las estrellas de los cúmulos están enriquecidas con diferentes elementos químicos mucho más pesados que el hidrógeno y el helio.
La teoría del Big Bang asegura que luego de la explosión, todo el gas del Universo se conformó tanto de hidrógeno o helio, los que después formaron las primeras estrellas de la red cósmica. Otros elementos, tales como el oxígeno, el carbono, y el magnesio, se formaron mucho después de la fusión de mecanismos creados por las estrellas.
El legado químico de dichas fusiones nos rodea constantemente, ya que cierta proporción de elementos pesados pueden ser observado en todo los cúmulos globulares de nuestra galaxia. O eso se creía hasta ahora.
Esto, ya que la corriente de Fénix no obedece a este límite químico (llamado piso de metalicidad), lo que demuestra la existencia de menos elementos pesados en dichas estrellas de lo que se creía teóricamente posible para la conformación de una estructura celestial.
“Esta corriente proviene de un cúmulo que, para nuestro entendimiento, nunca debió haber existido”, explica el astrónomo Daniel Zucker de la Universidad Macquarie en Australia.
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El equipo tras el descubrimiento publicado en Nature, cree que este flujo estelar constituye los resquicios de una época olvidada del Universo, en la cual las estrellas generaron su luz de otra forma.
Los científicos esperan encontrar otras corrientes similares para comprobar esta teoría. Un objeto nuevo que, de ser confirmado y comparado con otros, promete redefinir todo lo que conocemos del Universo.
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