Durante medio siglo, el radiotelescopio del Observatorio Arecibo, en el noreste de Puerto Rico, ha sido todo un emblema para la investigación espacial. Hoy, en cambio, vive un duro momento. Esto, porque un insólito accidente ha obligado a mantener temporalmente paralizadas las instalaciones de la Fundación Nacional de Ciencia.
La noticia caló hondo en la comunicad científica. “Ha sido un aporte tremendo. Desde asteroides, a galaxias, a estrellas. Arecibo se ha utilizado para todo tipo de cosas”, nos explica Thomas Puzia, astrónomo del Instituto de Astrofísica de la Universidad Católica.
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En específico, a comienzos de agosto la caída de un cable de 7,6 cm. de grosor ocasionó un corte de casi 30 metros en el plato reflector del radiotelescopio. El incidente dañó a cerca de 250 de los 38.778 paneles de aluminio del domo y hasta torció la plataforma de acceso. Las causas del accidente aún son materia de estudio.
Por ahora, Arecibo está temporalmente inoperativo. No se sabe cuánto tiempo ni dinero llevará reparar estos perjuicios. No obstante, se estima que fabricar y enviar un nuevo cable para reponer el malogrado podría llevar meses.
Una megaestructura con historia
Camuflado entre fincas y selva tropical, el observatorio construido en 1963 destaca por su magnitud. Tres torres en la cima de una montaña sostienen una estructura de vigas de apariencia similar a un platillo volador. Varios metros más abajo, en el valle, se encuentra el plato de aluminio o antena principal, de 305 metros de ancho.
“Es un instrumento científico notable. Muy emblemático de nuestros años de confianza en nosotros mismos, en la ciencia“, opina Michael Turner, ex director asistente de la Fundación Nacional de Ciencias, según consigna el New York Times.
No en vano, el Centro Nacional de Astronomía e Ionosfera, como se conoce oficialmente, ostentó por años el récord de la antena de radio individual más grande del mundo. Solo fue superado en 2016 por un telescopio chino de 500 metros de diámetro.
Los astrónomos lo han utilizado medir la velocidad de rotación de planetas cercanos, sintonizar señales de púlsares distantes, investigaciones de ciencias atmosféricas y planetarias y astronomía por radar.
“Se ha usado para muchísimas cosas. Una de las super interesante es la medición de imágenes de reflexión de radar de asteroides que pasaron cerca de la Tierra. Se podía averiguar su morfología, tamaño, periodo de rotación y trayectoria. Averiguar, básicamente, su dinámica y si podían ser peligrosos para nosotros“, recalca Puzia.
Asimismo, también ha intervenido en la búsqueda de vida inteligente y civilizaciones alienígenas fuera de nuestro hogar.
Grandes experimentos
En 1974, uno de los directores del recinto, Dr. Frank Drake, apuntó el telescopio hacia hacia M13, una nube de unas 300.000 estrellas a 25.000 años luz de la Tierra, para enviar un mensaje con billones de vatios como forma de buscar de indicios de alienígenas amistosos (proyecto SETI).
El “saludo” se componía por 1.679 ceros y unos organizados en 73 filas y 23 columnas. Los bits formaban imágenes de un hombre, el propio radiotelescopio, una hélice de ADN, el sistema solar, números y más. Según los cálculos iniciales, aún deberían quedar unos 50.000 años para recibir alguna respuesta.
También en 1974 , el telescopio ayudó a Joseph Taylor y Russell Hulse a ganar el Premio Nobel de Física, tras observar con él un par de púlsares orbitando entre sí y determinar que perdían energía al ritmo exacto que lo harían si estuvieran radiando ondas gravitacionales.
Por el lado de la cultura pop, ha aparecido en películas como Contact, con Jodie Foster, o el film de James Bond, Goldeneye.
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Con un futuro incierto por delante, el actual director del Observatorio de Arecibo, Francisco Córdova, afirma que la centralidad será “garantizar la seguridad de nuestro personal, proteger las instalaciones y el equipo, y restablecer las instalaciones a pleno rendimiento lo antes posible, para volver al servicio de científicos de todo el mundo.
Cabe recalcar que la pérdida de los paneles no fue el mayor problema. La principal preocupación -sostienen desde el observatorio, está en asegurarse de que la plataforma del instrumento sea estructuralmente estable.
En esa línea, el profesor Puzia cree que otra cosa preocupante es que “el cable era uno más nuevo, que se rompió por fatiga de material”.
“Hay preocupación de que ahora hay que reemplazar todos los cables, porque se pueden romper de manera similar“, añade el académico de la UC.
Duro desafío que no será el primer escollo para el radiotelescopio, que, como si fuera una estrella que se resiste a morir, ya se ha sobrepuesto a terremotos, tormentas, el huracán María en 2017 y ahora la pandemia del Covid-19.
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