Durante los últimos años, se ha observado un crecimiento en la implementación de “muros verdes” tanto fuera como dentro de los nuevos edificios. Si bien estéticamente entregan una vista hermosa, son completamente funcionales.
Además de purificar el aire, son excelentes aislantes de ruido y reguladores de temperatura. Ahora, una nueva investigación dirigida por el Dr. Mattew Fox, de la Universidad de Plymouth, Reino Unido, detalló que se pueden implementar en construcciones mucho más antiguas.
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Para comprobarlo, utilizó un edificio del campus de la universidad que fue construido antes de la década del ’70. Este posee una estructura por paredes con cavidad de mampostería, lo que significa que posee dos subparedes paralelas separadas por un espacio de aire.
La pared interior está hecha de hormigón, mientras que la exterior es de ladrillo.
Posterior a la implementación de esta pared viva -llena de vegetación-, durante un período de cinco semanas se midió la temperatura ambiente, durante noviembre y diciembre -entrando a invierno-.
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Allí descubrieron que la sección de la pared habitable perdió un 31,4% menos de calor que la sección de control adyacente. Asimismo, las temperaturas diurnas dentro de la sección cubierta por una serie de bolsas de fieltro unidas con plantas resistentes para el invierno, eran más estables y habitables.
“Los muros de vida pueden ofrecer una mejor calidad del aire, reducción del ruido y una salud y bienestar elevados. Nuestra investigación sugiere que las paredes vivas también pueden proporcionar un ahorro de energía significativo para ayudar a reducir la huella de carbono de los edificios existentes“, detalló Thomas Murphy, coautor del estudio, en un comunicado.
El relato, publicado en Building and Environment, demuestra que al implementar estos muros vivos, sin importar cuándo fueron construidos, se necesita menos energía para calentar los edificios.
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