(CNN en Español) — “Si tienes piedra, construyes con piedra; si tienes tierra, con tierra; y si tienes basura, con basura”. Así describe el mexicano Alejandro D’Acosta el manejo de los materiales en la arquitectura en la que ha trabajado durante 40 años, que experimenta y busca hacerse cargo de la huella que esta actividad deja en el medio ambiente.
Hacer cualquier obra arquitectónica tiene al menos dos costos ambientales: los recursos que consume y la contaminación que genera, derivada de múltiples partes del proceso tan básicas como el transporte de los materiales.
Solo en México se generan aproximadamente 27.000 toneladas de residuos de la construcción al día, según la cámara de la industria de la construcción del país. Para la arquitectura contextual de D’Acosta, que trabaja con materiales de desecho y materiales que encuentra en el entorno inmediato, esa cifra no debería existir.
La arquitectura debería trabajar “desde su propio ser en un activismo” para el aprovechamiento de todos los materiales disponibles y enfocarse en “los que están a la distancia de tu mano”.
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En diálogo con CNN en Español, el arquitecto nos muestra una de sus obras, la Vinícola Bruma en Ensenada, Baja California, e ilustra su posición sobre los materiales, que es clave en su propuesta. “El reto está en entender que la basura simplemente es un elemento de alguien que no la sabe usar”.
Esta vinícola hidrosensible, que según el arquitecto capta su propia agua de la bruma, está construida con 7.856 piezas de madera de reúso.
En una parte de esta obra puede verse además lo que en su trabajo llaman “arquitectura a puerta cerrada“.
“Es lo que nosotros le llamamos arquitectura a puerta cerrada, que es que todos los desechos de la obra quedan y no sale ni un solo camión de cascajo de la obra y se tienen que aprovechar el 100% de los materiales que entraron a la construcción“, explica.
Una arquitectura “empírica”
D’Acosta también reivindica la existencia de una arquitectura “empírica” más allá de la “académica” “que tiene que ver con con las manos, con el boca a boca, con la gente que no fue a la escuela”.
Se trata de una arquitectura que, luego de que los elementos están estudiados y probados, puede experimentar y “tomar riesgos”.
Utilizar materiales que no están procesados a nivel industrial y que son transformados directamente por los obreros que los trabajan permite además que se generen oficios especializados, explica.
La cartera de proyectos de D’Acosta es extensa: además de varias vinícolas ha creado casas, escuelas, bares. El arquitecto, que tiene además una larga trayectoria como docente, también es fundador de varios proyectos de carácter social para la edificación en comunidades marginadas.
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La vinícola permite echar un vistazo a parte de la lista de materiales que usa que, fiel a su filosofía, es larga y además de madera incluye adobo, bambú y piedra, entre tantos otros. D’Acosta ha transformado, para su reutilización, objetos tan diferentes como botellas de vidrio, resortes de colchones, madera de cimbra vieja, e incluso barcos o contenedores de carga que bajo su mano se han convertido en obras funcionales.
Su arquitectura además apela a la emoción: “Estamos buscando una arquitectura silenciosa, una arquitectura que trabaje desde la magia, desde la emoción, que esté ligada más a los ancestros“.
La arquitectura no son solo los materiales, sino también la forma, dice. Pero los materiales son parte clave, y la mejor de explicarlo es a través de una metáfora culinaria: “Para hacer un guiso extraordinario tienes que tener ingredientes extraordinarios también”.
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