Más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas debido a la centralización de los trabajos. Fue la pandemia la que dejó en evidencia cómo el entorno y la falta de áreas verdes puede afectar a la salud mental de las personas.
Una nueva investigación desarrollada por científicos de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, en Estados Unidos, se dedicó a analizar el impacto que tiene en la salud vivir cerca de áreas verdes.
Siguiendo los datos médicos de más de 900 personas durante un período de 20 años, entre 1986 hasta 2006, y comparándolo con las imágenes satelitales para ver las áreas verdes cercanas a sus hogares, se dedicaron a determinar la edad biológica de cada individuo.
Para tener datos más claros, construyeron modelos estadísticos y descubrieron que las personas cuyas casas estaban rodeadas en un radio de cinco kilómetros por al menos un 30% de áreas verdes son, en promedio, 2,5 años más jóvenes biológicamente en comparación con personas que viven rodeadas por un 20% de áreas verdes.
Un punto interesante en el estudio es que estos beneficios no se repartieron equitativamente, ya que las personas negras con más acceso a áreas verdes eran solo un año biológicamente más jóvenes, mientras que las personas blancas casi tres.
Este tipo de estudio entrega evidencia científica que permite a los municipios aumentar y promover el uso de los espacios verdes urbanos colindantes a los hogares de las personas.
“Creemos que nuestros hallazgos tienen implicaciones significativas para la planificación urbana en términos de expansión de la infraestructura verde para promover la salud pública y reducir las disparidades en la salud”, explicó la autora principal del estudio, Kyeezu Kim.
Cabe destacar que se llegó a esta conclusión luego de analizar las modificaciones químicas del ADN conocido como “metilación”, un buen predictor de condiciones de salud como la función cognitiva, el cáncer, enfermedades cardiovasculares y una de las formas más precisas de medir la edad, en comparación a los años del calendario.
La investigación fue publicada en la revista Science Advances.
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