Científicos de la Universidad de Queensland en Australia han realizado un estudio que sugiere que las orugas con picaduras dolorosas pueden haber desarrollado su veneno gracias a microbios antiguos. Este fenómeno se habría producido a través de la transferencia horizontal de genes desde bacterias hacia el insecto en algún punto de su evolución.
El veneno de estas orugas, que pertenecen al género de las polillas de franela, ha sido poco estudiado, pero podría tener aplicaciones sorprendentemente beneficiosas para los seres humanos.
Orugas Asp y microbios antiguos
Las orugas conocidas como “orugas de áspides”, poseen una picadura poderosa y venenosa. Cualquier depredador o humano desafortunado que las toque puede experimentar un dolor ardiente e intenso, comparado por algunos con ser golpeado con un bate de béisbol o caminar sobre brasas.
El veneno de estas larvas de polillas de franela, un género suave y difuso que es originario de América del Norte y del Sur, es en gran parte desconocido, pero esta nueva investigación ha encontrado que posee beneficios para los humanos.
Ciertas toxinas de serpientes y arañas han sido utilizadas para desarrollar nuevos medicamentos. Debido a esto, los investigadores se enfocaron en las orugas más aterradoras de la Tierra, específicamente en dos especies de polillas de franela: la polilla de franela del sur (Megalopyge opercularis) y la polilla de franela ondulada negra (Megalopyge crispata).
Lo que sorprendió a los científicos fue descubrir que el veneno de la oruga áspid difería significativamente no solo del veneno de otras orugas, sino también de los insectos en general.
Mediante el estudio de las proteínas presentes en el veneno, se encontró que se asemejaban a las toxinas bacterianas que enferman a los seres humanos, formando estructuras similares a rosquillas que perforan las células objetivo.
El proceso de transferencia horizontal de genes, que implica que los genes sean transferidos entre especies distantes, incluso entre bacterias y animales, podría explicar la presencia de toxinas bacterianas en el veneno de las orugas.
Se cree que este veneno evolucionó hace más de 400 millones de años gracias a la transferencia de genes desde bacterias ancestrales.
Estudiar el veneno de estas orugas no solo satisface la curiosidad científica, sino que también podría tener beneficios prácticos para los humanos, llevando al desarrollo de medicamentos y pesticidas más efectivos.
El equipo dice que serían más afectivos los fármacos y pesticidas gracias a su capacidad para imitar y modificar las tácticas de las toxinas de megalisina que causan agujeros en las células. Algo valioso para un futuro tratamiento contra el cáncer.
La investigación fue publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
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