En período de pandemia, el uso de desinfectantes superó a los esfuerzos prepandémicos por tener el hogar limpio, pues se convirtieron en nuestro principal aliado para prevenir todo tipo de infecciones.
Sin embargo, un innovador estudio realizado por la Universidad Macquarie, Australia, demostró que los desinfectantes son agentes dobles: si bien desinfectan utensilios o superficies, bloquean el funcionamiento de los antibióticos e incluso promueven la resistencia a estos.
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El equipo explicó que las bacterias comunes – Enterococcus faecium, Staphylococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii, Pseudomonas aeruginosa y especies Enterobacter- son inofensivas en su hábitat natural (suelo, agua e intestino), pero si un paciente que es inmunodeprimido y está gravemente enfermo entra en contacto con una de ellas, puede contraer una enfermedad mortal, como neumonía, sepsis e infecciones de heridas.
Estos patógenos, conocidos como ESKAPE y aminoglucósidos, fueron probados bajo el efecto del desinfectante cloruro de benzalconio (BAC).
“BAC es un desinfectante biocida valorado por ser no tóxico, y como resultado es ampliamente utilizado en la atención médica, la seguridad alimentaria y la agricultura, así como en productos domésticos comunes como toallitas antibacterianas, desinfectantes para heridas, gotas para los ojos y gotas para los oídos“, indicó la Dra. Francesca Short, coautora del estudio.
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Los datos preliminares fueron publicados en la revista EBioMedicine de The Lancet e indican que el BAC no solo evita los antibióticos aminoglucósidos, sino que también promueve la evolución de las bacterias resistentes.
“También aumenta drásticamente la frecuencia con la que surgen nuevos mutantes potencialmente resistentes”, agregó.
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