La terapia de grito primario (PST) fue creada por el psicólogo Arthur Janov en la década de los sesenta. Se basa en la idea de que los traumas infantiles reprimidos están en la raíz de la neurosis y sostiene que los gritos pueden ayudar a liberar y resolver el dolor.
Consultado por The Guardian, Sascha Frühholz del departamento de psicología de la Universidad de Zurich “no hay evidencia científica de que la terapia de gritos primarios tenga efectos positivos en el tratamiento de trastornos mentales y psicológicos”.
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“Sabemos que tales expresiones constantes de ira como método terapéutico no tienen efectos o incluso efectos negativos en el resultado terapéutico”, sostuvo y agregó que “nuestra propia investigación muestra que los gritos positivos (alegría y placer) son mucho más relevantes para los humanos e inducen la vinculación social como un efecto positivo”.
Por su parte, la Dra. Rebecca Semmens-Wheeler, profesora principal de psicología en la Universidad de Birmingham, dijo que también tiene dudas sobre los beneficios a largo plazo.
“Es más o menos lo contrario con lo que estás haciendo con cosas como la meditación o el yoga, que generalmente activan el sistema nervioso parasimpático que te ayuda a reducir la velocidad, hacer un balance, dejar que la corteza prefrontal obtenga algo de glucosa nuevamente y nos ayuda a tomar mejores decisiones”, aseguró.
Semmens-Wheeler señaló que si gritar se convierte en un hábito “podría obstaculizar otras acciones que podrían ser más útiles cuando se trata de abordar las emociones”.
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