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En redes sociales se ha viralizado más de alguna reacción ante las pruebas nasales de detección del COVID-19: arcadas, gritos y hasta llantos son algunos de los efectos que este método de detección, uno de los más confiables, ha causado en ciertas personas.

Partiendo de esta premisa, el inventor holandés Peter van Wees decidió dejar atrás los incómodos e invasivos análisis de hisopado nasal e inventó una prueba de gritos. En esta se analizan las partículas exhaladas del aliento de un usuario en busca de signos del COVID-19.

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Para obtener las partículas necesarias que permitan detectar esta enfermedad, los usuarios deben gritar o cantar a todo pulmón en una cabina especial. Posteriormente, un purificador de aire industrial las recoge y analiza en búsqueda del nuevo coronavirus.

“Si tienes coronavirus y eres infeccioso y gritas y gritas estás esparciendo decenas de miles de partículas que contienen coronavirus”, manifestó van Wees a Reuters, al mismo tiempo que detalló que todo el innovador proceso dura solo 3 minutos.

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El científico holandés declaró que espera que su prototipo pueda ser utilizado como una herramienta de detección especialmente en lugares con una alta afluencia de público, tales como estadios, conciertos, cines, escuelas, entre otros.

En febrero las autoridades holandesas autorizaron el uso de una prueba de detección basada en el aliento, la cual solo implica que alguien sople en un tubo. Sin embargo, aún no se implementa a escala nacional debido a problemas con resultados falsos negativos.

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