Se estima que 736 millones de mujeres, según la ONU, a nivel global ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de una pareja, o violencia sexual perpetrada por alguien con el cual no cuenta con una relación sexoafectiva.

El delito de violación, como un acto de poder y violencia por quien lo perpreta, puede provocar diferentes secuelas psicológicas. Muchas víctimas han descrito como reaccionaron y “no reaccionaron” durante el ataque, desarrollando sentimientos de culpa o vergüenza.

La neurociencia ofrece nuevos antecedentes que podrían ser decisivos en procesos judiciales del futuro alrededor del mundo.

“Las víctimas informan con frecuencia de inmovilidad durante la violación y la agresión sexual, a menudo utilizando el término ‘congelación’ (…). El miedo y la amenaza pueden bloquear los circuitos neuronales corticales para el control de la acción”, indica el estudio publicado en la revista Nature Human Behaviour.

Por este motivo, los argumentos que “culpan a las víctimas por la congelación” son inapropiados e injustos. El académico Patrick Haggard y Ebani Dhawan, exestudiante del University College de Londres (UCL), sostienen que la “congelación” ocurre cuando la amígdala (parte crucial del circuito cerebral del miedo) detecta un ataque y ordena al tallo cerebral que inhiba el movimiento. Esto ocurre de manera automática e inconsciente.

La respuesta del cerebro ante un ataque

Según los investigadores, la falta de forcejeo suele ser utilizada como argumento a favor por agresores y violadores, debido a que esa “falta de resistencia” equivale al consentimiento. Si la afectada está “involuntariamente inmóvil”, ese argumento es incorrecto, enfatizan.

Como ejemplo, los expertos mencionaron al caso  R v Lennox (2018), en Australia, en el que el abogado defensor cuestionó a la víctima porque no se resistió. Los científicos son enfaticos en señalar que trata de una reacción involuntaria que sucede en otros animales cuando se sienten amenazados.

“Las definiciones legales de violación y agresión sexual se basan en la ausencia de consentimiento. Sin embargo, no es inusual que los informes de las víctimas sobre la falta de consentimiento sean cuestionados en los tribunales, en contra de los estereotipos no probados de cómo supuestamente se comportaría una víctima ‘real'”, dijo Dhawan en un comunicado.

“Deberíamos utilizar los hallazgos neurocientíficos para evitar que estos mitos se vendan como un argumento de defensa de la violencia sexual y para garantizar la justicia para las víctimas”, reflexionan.

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