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(CNN) – No hay duda de que la pandemia de COVID-19 ha sido dura. Puso nuestro mundo de cabeza. Alteró nuestras rutinas, nos obligó a quedarnos en casa, nos hizo enfrentarnos a la fragilidad de la vida y nos llevó más allá de los límites de nuestra zona de confort.

Pero, en medio de nuestro miedo y sufrimiento colectivos, hubo algunos rayos de esperanza. Aprendimos a ser amables y a cuidar de nuestro prójimo; bajamos el ritmo; los padres pasaron más tiempo con sus hijos, en persona y en el Zoom.

Además, nos centramos más en nuestra salud física y mental, y aprendimos a apreciar las cosas más pequeñas que solíamos dar por hechas. Nos demostramos a nosotros mismos lo resistentes que somos y nos tratamos con compasión.

Mientras Estados Unidos se apresura a “volver a la normalidad”, hay algunas lecciones aprendidas de nuestro tiempo de encierro que deberíamos conservar, e incluso aprovechar, para crear una nueva normalidad mejor que la anterior.

Aquí cinco formas en que la pandemia puede mejorar nuestra forma de vivir.

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Mantener a la familia más cerca y trabajar de forma más flexible tras la pandemia

Quedarse en casa con los niños o los adolescentes y combinarlo con el trabajo era una pesadilla para muchos, ya que las oficinas y las escuelas cerraban de repente de la noche a la mañana.

Pero poco a poco —y no necesariamente por elección— los horarios de trabajo se fueron flexibilizando a medida que los padres programaban las reuniones en torno a las clases virtuales y las horas de comida de sus hijos.

Las reuniones con niños a través del Zoom se convirtieron en regla, se fomentaron las llamadas de trabajo durante los paseos y dejamos de intentar ser perfectos por ser humanos.

Y, lo que es más importante, las familias que estaban físicamente juntas pasaban mucho más tiempo entre ellas, lo que nos recordaba lo preciosas que son esas relaciones.

Para los que estaban separados de sus seres queridos, la “familia” adquirió un nuevo significado, con amigos, vecinos o desconocidos de su comunidad formando burbujas sagradas en pandemia.

Incluso las familias que se encontraban a kilómetros de distancia pasaban más tiempo frente a la pantalla, con el fin de saber cómo estaban y celebrar los hitos de forma virtual.

La palabra “oficina” pasó a significar un dormitorio, un armario, una cafetería al aire libre o (para los más afortunados) un camastro junto a la piscina.

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Sin embargo, nos dimos cuenta de que podíamos ser eficaces y productivos haciendo que el “trabajo” se ajustara a nuestras circunstancias en lugar de adaptar nuestras vidas para que encajaran en un molde corporativo.

Y, a medida que nuestra visión sobre el trabajo se ampliaba, permitía que la vida en toda su belleza y horror nos enseñara a vivir una existencia más redonda y satisfactoria.

Centrarse más en la salud mental

La pandemia nos afectó individualmente de diferentes maneras. No existía una guía sobre cómo superarla, pero colectivamente hubo un cambio hacia el autocuidado, para darnos espacio y paciencia con nuestra vulnerabilidad con el fin de trabajar a través de ella.

Para algunos, se trataba de escribir un diario, otros daban paseos diarios o largos baños de burbujas. El autocuidado ya no se consideraba un capricho, sino una necesidad para seguir adelante.

Mantuvimos conversaciones sinceras con la gente y nos pusimos límites para dar prioridad a nuestra salud mental: buscar ayuda, llorar, bailar, gritar o reír sin motivo, casi nada estaba fuera de lugar siempre que nos ayudara.

Ese enfoque en nuestra salud mental nos permitió crecer, conocernos mejor, enfrentarnos a demonios enterrados o sueños olvidados, y trabajar en nuestra superación personal.

No tenemos una vacuna para nuestra salud mental como la tenemos para nuestra salud física, dijo a CNN Lisa Carlson, expresidenta de la Asociación Estadounidense de Salud Pública y administradora ejecutiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Emory en Atlanta.

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“Realmente espero que, por encima de todo, este sea el momento en que rompamos las barreras para hablar de la salud mental, porque creo que lo más importante que podemos hacer —como profesionales y en nuestras familias y comunidades— es hablar de ello”, agregó Carlson.

Adoptar la capacidad de adaptación

El confinamiento nos obligó a probar nuevas formas de hacer las cosas. No fue fácil, pero lo imposible se convirtió en posible y muchos de nosotros tenemos ahora una perspectiva más fortalecida de nuestras capacidades.

Obligados a quedarse sin trabajo, muchos aprendieron nuevas habilidades. Los chefs empezaron a vender directamente al consumidor en Instagram. Otros cambiaron totalmente de profesión, como el actor francés Richaud Valls que se convirtió en panadero. Sus intentos de recrear una baguette de la casa de su infancia en París desvelaron una pasión por la repostería que ahora ha dado lugar a un negocio a tiempo completo.

Con los gimnasios cerrados, adoptamos formas de hacer ejercicio más anticuadas, como correr, montar en bicicleta o caminar. Nos apuntamos a entrenamientos virtuales que, a su vez, los abrieron a un público nuevo y más amplio.

Y, desde las citas con el médico hasta las bodas, pasando por el culto religioso y los conciertos, todo el mundo aprendió a usar Zoom, con el que ocurrieron muchas cosas sorprendentes en el último año.

Sobre todo, se demostró que somos resistentes, y esperamos que los días más oscuros de la pandemia hayan quedado atrás.

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Más gratitud

¿Recuerdan el aplauso global de las 7 de la tarde a nuestros trabajadores de la salud? ¿Recuerdan lo agradecidos que nos sentimos por cualquier acto de bondad al azar, desde la sonrisa de un desconocido hasta un rayo de sol?

Lo sombrío de la pandemia y el sufrimiento universal nos ayudaron a ver las cosas buenas que ocurrieron bajo una nueva luz. Apreciamos lo que tantas veces habíamos dado por sentado. Las actuaciones espontáneas nos llenaron de alegría, salir de casa para dar un paseo era un momento para apreciar. Las victorias más pequeñas se convirtieron en un motivo de celebración.

Nos centramos en los demás, preguntándoles cómo estaban, comprando alimentos para los más vulnerables que no podían arriesgarse a exponerse. Las comunidades se unieron para compartir alimentos y suministros esenciales. Nos sentimos como si estuviéramos juntos en esto con el COVID-19 como enemigo común.

Y, sin embargo, mientras en Estados Unidos empezamos a dar la vuelta a la página, en todo el mundo hay muchos países que siguen sufriendo. No se acercan a EE.UU. en la superación de la pandemia. Del mismo modo, no todo el mundo tiene el lujo de un modelo híbrido de trabajo, muchos siguen desempleados, o paralizados por el miedo o la angustia.

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Darse cuenta de lo afortunados que somos algunos y estar agradecidos por ello es una forma de pensar importante para la recuperación. Los que tenemos ese privilegio debemos recordar que nuestra buena suerte es una oportunidad para levantar a los demás.

Mejorar el planeta

Fue uno de los videos que se hicieron virales durante el primer encierro de 2020: un delfín nadando cerca de la superficie en lo que supuestamente era un canal veneciano. Era falso, por supuesto: resultó haber sido grabado cerca del puerto de Cagliari, en la isla de Cerdeña. Pero la verdadera noticia es que la salud de la Tierra mejoró este último año.

El descenso de las emisiones de carbono a nivel mundial, al cancelarse los vuelos y nuestros desplazamientos diarios, supuso una mejora de la calidad del aire en más del 80% de los países del mundo.

El Informe de Calidad del Aire Mundial 2020 de IQAir dijo que las emisiones relacionadas con el ser humano de la industria y el transporte cayeron durante los confinamientos, y el 65% de las ciudades globales analizadas experimentaron una mejor calidad del aire en 2020 en comparación con 2019. Alrededor del 84% de las naciones encuestadas informaron de mejoras en la calidad del aire en general.

Incluso cuando nos aventuramos a salir, caminamos más o vamos en bicicleta en lugar de tomar el automóvil o el transporte público. Compramos menos y tenemos menos residuos en general, ya que la mayoría de la gente trabaja desde casa.

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Nada volverá a ser exactamente igual que antes, pero es una oportunidad

Si bien es posible que estas tendencias cambien pronto a medida que los viajes vuelvan a ser seguros, la pandemia nos mostró que las reuniones de trabajo o las conferencias pueden seguir siendo eficaces a distancia.

Las empresas sobrevivieron y algunas incluso prosperaron con una plantilla a distancia. Ese tiempo que no se dedica a viajar se tradujo en una oportunidad para hacer otras cosas o para no separarnos de nuestros seres queridos durante días. Y la ventaja de esto es que también ayudó a nuestro planeta.

En última instancia, la vida nunca será exactamente igual. Ha habido una enorme pérdida de vidas y sufrimiento en todo el mundo y ese impacto se sentirá durante años. Pero para aquellos que tienen la suerte de empezar a volver a la “normalidad”, esta es una oportunidad para redefinir colectivamente lo que eso significa.

Como dijo una vez Maya Angelou: “Si siempre estás tratando de ser normal, nunca sabrás lo increíble que puedes ser“.

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