Un nuevo estudio realizado por neurocientíficos de la Universidad del Sur de California (USC) sugiere que alimentarse de una dieta alta en grasas y azúcares desde una edad temprana puede tener efectos duraderos en la memoria. El estudio, publicado en la revista Brain, Behavior, and Immunity, encontró que las ratas alimentadas con estos alimentos desde la adolescencia experimentaron trastornos de memoria persistentes, lo que podría tener implicaciones preocupantes para los humanos.
El equipo de investigación, liderado por Scott Kanoski de la USC, alimentó a un grupo de ratas con una dieta alta en grasas y azúcares durante un período que se asemeja a la adolescencia humana. Luego, sometieron a las ratas a pruebas de memoria y descubrieron que no pudieron identificar objetos nuevos en una escena que habían explorado días antes, a diferencia del grupo de control que sí pudo hacerlo.
Además, los investigadores descubrieron que las ratas en la dieta de comida chatarra tenían niveles reducidos de una proteína que transporta acetilcolina en el hipocampo, una región cerebral crucial para la consolidación de la memoria. Esta reducción afectó la señalización de acetilcolina en los animales con mal desempeño en la tarea de memoria.
Anna Hayes, autora principal del estudio e investigadora en nutrición de la USC, explicó que la señalización de acetilcolina es fundamental para codificar y recordar eventos, similar a la memoria episódica en humanos. Sin embargo, esta señal parece no estar ocurriendo en los animales que crecieron comiendo una dieta alta en grasas y azúcares.
Los hallazgos también indican que los efectos del consumo de alimentos chatarra en la adolescencia pueden variar según el momento y el sexo. Por ejemplo, los impactos duraderos en la memoria se observaron en ratas macho que consumieron este tipo de dieta durante la adolescencia temprana, pero no en hembras que comieron saludablemente durante períodos prolongados después de la adolescencia.
Finalmente, los investigadores advirtieron que aún no está claro si los resultados obtenidos en ratas se traducirán directamente a los humanos. Sin embargo, estos hallazgos plantean preocupaciones sobre los hábitos alimenticios durante la adolescencia y su posible impacto en la función cerebral en la vida adulta.
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