(CNN) — Desde los primeros días de la pandemia, los médicos notaron que en los casos graves de COVID-19, los que hacían que las personas hospitalizadas terminaran en ventiladores con sus pulmones lacerados, la mayor parte de los daños internos no eran provocados directamente por el virus, sino por una ola de reacciones inmunitarias del propio cuerpo para combatir la infección.
Los investigadores sabían que estas llamadas tormentas de citocinas eran dañinas, pero no por qué el virus SARS-CoV-2 parecía ser tan eficiente para desencadenarlas.
Un nuevo estudio publicado este miércoles en la revista Nature ayuda a explicar cómo estas reacciones inmunes exageradas les ocurren a los pacientes con COVID-19.
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El estudio reveló que el virus SARS-CoV-2 puede infectar ciertos tipos de células inmunes llamadas monocitos y macrófagos.
Las células inmunitarias de primera línea son infectadas
Los monocitos y los macrófagos son glóbulos blancos y son parte de la primera línea del sistema inmunológico. Su trabajo es circular en la sangre y los tejidos, para encontrar y destruir patógenos. Lo hacen devorando, o más bien, rodeando y absorbiendo, amenazas como los virus, para evitar que infecten otras células.
Una vez que se absorbe a un elemento nocivo, estas células tienen lo que se podría describir como un triturador de basura celular, llamado endosoma, que normalmente desactiva el agente infeccioso.
Sin embargo, en el caso del virus SARS-CoV-2, eso no sucede. El virus sale del endosoma y escapa al cuerpo de la célula, donde comienza a hacer copias de sí mismo.
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“Los virus no solo se absorben, sino que entonces el virus comienza a replicarse, lo que es sorprendente”, dijo la Dra. Judith Lieberman, inmunóloga pediátrica del Boston Children’s Hospital, quien dirigió la investigación.
Un virus que comienza a hacer copias de sí mismo en el cuerpo nunca es algo bueno, pero cuando esto le sucede a estas células protectoras, activa un conjunto de alarmas del siguiente nivel.
Una muerte inflamada
Estas alarmas, a su vez, convocan a agentes llamados inflamasomas que, en esencia, responden quemándolo todo. Ayudan a la célula infectada a morir por piroptosis o “muerte ardiente”.
La piroptosis es un fenómeno recientemente reconocido. Ocurre en otras enfermedades también, como la sepsis.
“Cuando las células mueren por piroptosis, liberan todo tipo de proteínas inflamatorias que causan fiebre y llaman a más células inmunitarias al sitio”, dijo Lieberman. Desencadena una cascada de señales de crisis muy difícil de detener.
“No tenemos forma de tratar eso una vez que comienza. Es como un pequeño incendio. Se propaga y explota, y ningún extintor es capaz de apagarlo”, dijo.
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“Creo que es realmente elegante”, afirmó Donna Farber, profesora de microbiología e inmunología en la Universidad de Columbia, al describir el estudio. “En realidad juntaron algunas piezas que no se habían juntado antes“. Ella no participó en la investigación.
Al comparar las células sanguíneas de personas sanas con las de personas que llegaron al hospital con COVID-19, y con la sangre de personas que tenían neumonía por otras causas, los investigadores encontraron que este proceso parece ocurrir con más frecuencia con COVID-19.
“Todos los pacientes que estudiamos tenían signos de dificultad respiratoria y neumonía. Los que tenían [SARS-CoV-2] mostraban muchos más de estos inflamasomas y células moribundas”, señaló Lieberman. “Entonces, es probable que [el SARS-CoV-2] sea particularmente eficaz para inducirlo, pero no sabemos por qué”.
Lieberman dijo que el estudio también ayuda a explicar por qué las personas mayores o las que tienen problemas de salud subyacentes, como obesidad o diabetes, presentan un mayor riesgo de resultados graves con COVID-19. Esas condiciones ya están asociadas con cierto nivel de inflamación en el cuerpo.
“Es mucho, mucho más probable que en ellos se inicien estos incendios inflamatorios”, dijo. “De todos modos, tienen una especie de baja combustión lenta. Y una vez que comienza, es realmente difícil apagar el fuego”.
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El papel de los anticuerpos
Sin embargo, hay otra parte del proceso que sugiere una forma para detenerlo, y es la forma en que el virus entra a los glóbulos blancos.
Los monocitos y los macrófagos no tienen receptores ACE-2, las puertas que utiliza el virus para acoplarse e infectar a otros tipos de células. En cambio, el virus ingresa a estas células debido a otro ayudante del sistema inmunitario: los anticuerpos en forma de Y que se adhieren al virus en un intento de evitar que se acople a nuestras células.
Cuando los anticuerpos atrapan a los virus, la cola del anticuerpo, llamada porción FC, sobresale. Ese tallo actúa como una señal a los monocitos y macrófagos para hacerles saber que hay un maleante que atrapar.
No todos los monocitos reconocen los mismos anticuerpos. El estudio encontró que las personas con COVID-19 tendían a tener más de un tipo inusual de monocitos que tenían receptores CD16. Estos receptores reconocen los tallos de anticuerpos que el cuerpo produce para combatir el virus SARS-CoV-2.
Esos anticuerpos se conectan a los monocitos con receptores CD16, lo que hace que la célula absorba el virus. Una vez dentro, el virus comienza a intentar copiarse a sí mismo, desencadenando la reacción inflamatoria dañina.
John Wherry, director del Instituto de Inmunología de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania, dijo que eso es algo que se han estado preguntando con las infecciones por COVID-19, si podría haber algún tipo de aumento de anticuerpos de la enfermedad. Wherry no participó en el estudio.
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Dijo que esto también puede ocurrir con otras infecciones, como la fiebre del dengue. Cuantas más veces una persona se infecta con el virus del dengue, más se enferma con cada nuevo ataque. Es lo contrario de lo que se supone que debería suceder. Una persona que se recupera de una infección suele estar mejor protegida contra infecciones futuras.
Objetivos farmacológicos
Wherry dijo que no hay evidencia de que los anticuerpos que facilitan estas reacciones inflamatorias graves provengan de infecciones previas o de otros tipos de coronavirus. Dijo que los anticuerpos se producen rápidamente en las infecciones y que los que funcionan aquí probablemente se produjeron en respuesta a la enfermedad actual de la persona. Distinto a lo que pasa con el dengue.
Sin embargo, los anticuerpos que generan las vacunas no parecen facilitar las infecciones de monocitos y sus cascadas inflamatorias. Hicieron pruebas en el estudio.
“Creo que lo interesante de esto es que podría proporcionar una pista y tal vez incluso algunos objetivos farmacológicos de por qué parte de la inflamación que vemos en pacientes graves con COVID puede comenzar a empeorar o a salirse de control”, dijo Wherry. “Así que ahí es donde creo que esto es bastante interesante”.
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