Un reciente estudio, publicado en Neurology, la revista médica de la Academia Americana de Neurología, revela que las personas que experimentan síntomas depresivos prolongados desde la juventud pueden sufrir una disminución en sus habilidades de pensamiento y memoria en la mediana edad. Este efecto parece ser más pronunciado en adultos afroamericanos en comparación con adultos caucásicos.

El estudio, liderado por Leslie Grasset, PhD, de la Universidad de Burdeos, analizó a 3,117 personas con una edad promedio de 30 años al inicio. El grupo incluyó un 47% de adultos afroamericanos y un 53% de adultos caucásico. Los participantes fueron evaluados cada cinco años durante dos décadas para identificar síntomas depresivos como cambios en el apetito, problemas de sueño y sentimientos de tristeza o inutilidad.

Los investigadores identificaron cuatro trayectorias de síntomas: persistentes bajos, disminución media, persistentes medios y síntomas crecientes altos. Una mayor proporción de adultos afroamericanos (52%) se encontraba en el grupo de síntomas persistentes medios, y un 70% en el de síntomas crecientes altos.

A la edad promedio de 55 años, los participantes se sometieron a pruebas cognitivas. En una prueba de velocidad de procesamiento y memoria, aquellos con síntomas bajos obtuvieron una puntuación promedio de 73, mientras que los del grupo de síntomas crecientes altos alcanzaron solo 57.

Tras ajustar por factores como edad y actividad física, se encontró que los adultos afroamericanos con síntomas altos tenían puntuaciones significativamente más bajas, 0.64 desviaciones estándar por debajo del grupo de síntomas bajos. Entre los participantes caucásicos, la diferencia era de 0.40 desviaciones estándar.

Estos resultados sugieren que los adultos afroamericanos no solo experimentan trayectorias depresivas más severas, sino que también enfrentan peores consecuencias en la cognición en la mediana edad. “Esto podría ayudar a explicar disparidades en el riesgo de demencia en la vejez”, explicó Grasset, quien destacó la influencia de desigualdades socioeconómicas y el acceso a recursos de salud como factores contribuyentes.

Aunque el estudio se basa en autoevaluaciones y carece de diagnósticos clínicos de depresión, subraya la necesidad de considerar desigualdades raciales al diseñar intervenciones para reducir el riesgo de demencia.

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