Con las altas temperaturas que se han registrado a lo largo de la zona Centro Sur de Chile, diferentes especialistas en salud digestiva han indicado que existe una estrecha relación entre el estómago y las temperaturas diarias, siendo esencial cuidar nuestra alimentación y potenciar el cuidado intestinal.
Tanto en invierno como en verano, la temperatura corporal se mantiene en un rango de 36,5°C a 37,5°C, principalmente debido a que los sensores del cuerpo ayudan a redirigir la sangre hacia donde más se necesita, actuando como un calefactor. Durante la digestión de los alimentos en el tracto digestivo, se genera calor por el proceso de fermentación, ejecutado por la microbiota intestinal para hacer más eficiente la digestión en el tubo digestivo.
Sin embargo, cuando se enfrenta a temperaturas altas, el cuerpo redirige el flujo sanguíneo principalmente hacia la piel para expulsar el calor y mantener la temperatura corporal, dejando de lado los procesos digestivos. Catalina Garrido, ingeniera en biotecnología de NUP! Chile, advierte que este proceso puede ser el causante de posibles enfermedades estomacales.
“Esta redirección del flujo sanguíneo afecta al tracto gastrointestinal, disminuyendo la capacidad de digestión y provocando síntomas como el estreñimiento, la diarrea, las náuseas y la acidez. Esto, acompañado de la deshidratación por las altas temperaturas y la proliferación de patógenos bacterianos (bacterias malas) gastrointestinales, que encuentran condiciones favorables para su crecimiento debido al aumento de temperatura tanto en el intestino como en los alimentos frescos, aguas no tratadas y la naturaleza”, detalla Garrido.
A medida que la temperatura aumenta, las infecciones gastrointestinales bacterianas parecen incrementarse también. Por lo tanto, es crucial proteger el “jardín interno”, es decir, fortalecer la microbiota intestinal con bacterias beneficiosas como los probióticos, para evitar el aumento de las bacterias oportunistas comensales que, al proliferar en concentraciones más altas de lo normal, causan enfermedad o malestar.
La experta destaca tres elementos clave para fomentar bacterias beneficiosas: temperatura, pH y nutrientes. “Mantener el equilibrio corporal, consumir probióticos reguladores de pH y garantizar la ingesta de fibra son claves para un tracto digestivo saludable”, comenta la ingeniera.
Para una dieta veraniega saludable, la especialista propone abundantes verduras y frutas, especialmente hortalizas verdes ricas en fibra, así como un alto consumo de agua. Reducir la ingesta calórica y proteica ayuda a facilitar una digestión más eficiente durante los días más calurosos.
Entre las bacterias recomendadas están las del grupo Lactobacillus y Bacillus, “estas se llevan el podio por su capacidad para controlar patógenos intestinales”. La especialista también destaca el valor de la fibra prebiótica, la cual estimula selectivamente el crecimiento y la actividad de estas bacterias buenas, concluye Catalina.
La temperatura no solo se trata del clima exterior, también es el termómetro del bienestar digestivo. Estar consciente de su impacto puede marcar la diferencia en cómo tu cuerpo enfrenta los días más calurosos.
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