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El científico retirado de Energía Atómica de Canadá, Jeery Cuttler, señaló que en 2015, una mujer de 81 años en cuidados paliativos, padecía Alzheimer en una etapa avanzada ya que estaba inmóvil y no hablaba, fue sometida a dos tomografías computarizadas (TC) de rutina para rastrear su deterioro neurológico.
Dos días después de las TC, el médico de la mujer notó mejoras increíbles, ya que se estaba alimentando, tratando de hablar e incluso, intentó levantarse y caminar.
El esposo de la paciente conocía sobre algunas investigaciones que planteaban la hipótesis de un posible tratamiento con dosis bajas de radiación ionizante. Es por ello que solicitó que se realizarán más TC en las siguientes semanas. La condición de la mujer continuó mejorando y luego de unos meses fue dada de alta y regresó al programa de atención de demencia que había participado 18 meses antes de empeorar su salud.
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Esta situación motivó a Cuttler a realizar una pequeña investigación piloto para probar esta teoría. Reclutó a cuatro pacientes que padecían Alzheimer en etapa grave y recibieron 3 TC, cada uno con un intervalo de dos semanas.
El dispositivo de TC emitió una dosis estándar de radiación, la misma que se administra durante una gammagrafía convencional a la cabeza: entre 40 y 80 miligramos (mGy).
Los resultados preliminares indican que tres de los cuatro sujetos mostraron mejoras notables a los pocos días del primer tratamiento, sus niveles de movilidad, compromiso y estado de alerta mejoraron.
El hijo de una paciente expresó que “cuando le dije hola, ella me miró y dijo: ‘Hola querida’. ¡No me había dicho esto en años!”
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El autor afirmó que existe un mecanismo plausible por el cual esta pequeña dosis de radiación podría contribuir directamente en las mejoras observables, ya que se cree que los trastornos neurológicos son causados en parte por el estrés oxidativo que daña todas las células, incluidas las del cerebro.
“Tenemos sistemas de protección natural para combatir el daño, pero se vuelven menos efectivos a medida que envejecemos”, explicó, remarcando que cada dosis de radiación estimula el sistema de protección natural para que trabajen más y para producir más antioxidantes que previenen el daño oxidativo. De esta manera, reparan los daños en el ADN y destruyen las células mutadas, explicó Cuttler.
Si bien no es la primera vez que se habla sobre la hipótesis que una dosis baja de radiación podría tratar esta enfermedad, actualmente hay solo cuatro ensayos clínicos que se encuentran analizando dosis más altas que las administradas en una TC.
El estudio fue publicado en la revista Journal of Alzheimer’s Disease.
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