Estornudar, un acto universal, pero increíblemente personal, es una respuesta del cuerpo diseñada para protegernos de irritantes nasales no deseados, y en esta temporada de primavera más de alguno se debe sentir identificado con esta molesta reacción.

Cuando un estornudo se desata, su poder es impresionante: la presión en las vías respiratorias supera más de 30 veces la de una respiración intensa durante el ejercicio.

Y hablando de velocidad, la estimación de la rapidez de un estornudo oscila entre 5 metros por segundo y asombrosos 150 kilómetros por hora. ¿Quién diría que algo tan cotidiano puede ser tan impactante?

El secreto detrás de un estornudo

¿Cómo ocurre este sorprendente acto reflejo? En The Conversation detallan que todo comienza con un estímulo irritante, como alérgenos, virus o bacterias, que activa los nervios sensoriales de la nariz.

Estos nervios transmiten la información irritante al cerebro, que, al recibir una cantidad crítica de señales, desencadena el reflejo del estornudo. Este reflejo inicia con una inhalación profunda y una acumulación de presión en las vías respiratorias, seguida por la contracción del diafragma, el cierre involuntario de los ojos y una exhalación enérgica, las famosas fases “ah” y “tchoo” del estornudo.

El papel de los nervios trigémino

Los nervios trigémino, los más grandes de nuestros nervios craneales, son los protagonistas de esta historia. Transportan información sensorial desde la cara hasta el cerebro, incluyendo el tacto, el dolor y la irritación de la piel facial, la nariz y la boca. Cada nervio trigémino está compuesto por miles de ramas nerviosas individuales, que a su vez se comunican en la médula espinal.

Los nervios más delgados transmiten señales de dolor e irritación, mientras que los más anchos y rápidos se centran en el tacto. Aquí es donde entra en juego la teoría del control de puertas del dolor: los nervios táctiles pueden “cerrar la puerta” a los mensajes de dolor, lo que explica por qué frotar una zona dolorida puede aliviar el malestar.

¿Detener o no detener un estornudo?

Existen numerosos mitos sobre cómo detener un estornudo, como tirar de la oreja o tocar la nariz. Estos actos estimulan los nervios táctiles del trigémino con la esperanza de “cerrar la puerta” a las señales irritantes. Pero detener un estornudo, una vez que ha comenzado, puede ser arriesgado. Al hacerlo, se aumenta la presión en las vías respiratorias, lo que puede llevar a daños en los ojos, los oídos o los vasos sanguíneos, y, en casos raros, a situaciones más graves como aneurismas cerebrales o roturas de garganta.

En lugar de intentar evitar un estornudo, es más seguro abordar la causa subyacente, como alergias o irritantes. Si no es posible, simplemente estornudar de manera segura en un pañuelo de papel es la mejor opción. La próxima vez que sientas un estornudo a punto de surgir, recuerda el fascinante proceso que ocurre en tu cuerpo y considera dejar que la naturaleza siga su curso. ¿Quién sabía que un simple “achís” podía ser tan intrigante?

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Estreno

Martes / 22:30 / CNN Chile