La enfermedad del Parkinson es uno de los trastornos neurológicos más comunes que afecta a casi 6 millones de personas adultas mayores en todo el mundo, según los datos presentados por la Organización Mundial de la Salud.
Como una forma de tratar esta enfermedad, desde la década del 90′ se ha implementado el procedimiento de estimulación cerebral profunda (DBS). Esto comprende implantar alambres metálicos delgados en el cerebro las cuales envían sacudidas eléctricas a ciertas neuronas, aliviando síntomas como temblores o, incluso, retrasar la progresión de la enfermedad.
Lamentablemente este procedimiento no ha logrado ayudar a mejorar el síntoma que provoca un tipo de inmovilización o “congelamiento” del caminar.
Lee también: Estudio revela que el cerebro humano no pierde su agilidad mental hasta después de los 60 años
Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Copenhagen, en Dinamarca, han realizado una serie de experimentos en roedores para identificar que este tratamiento puede ser aplicado en el núcleo pedunculopontino (PPN) -una región ubicada en el tronco cerebral que es la responsable de enviar señales desde el cerebro para iniciar movimientos del cuerpo-.
En nuevos experimentos con ratones, el equipo dirigió sistemáticamente áreas y tipos de células en la PPN, ayudando a identificar el grupo de neuronas excitadoras.
Lee también: Estudio: Mujeres con mayores niveles de estrógeno tendrían menos riesgo de morir por COVID-19
“Cuando estimulamos estas neuronas específicas en el área caudal de la PPN, los animales pudieron caminar normalmente, a través de distancias más largas y con una velocidad de caminata normal, en lugar de antes de la estimulación, donde mostraban síntomas de la enfermedad de Parkinson”, explicó Debora Masini, autora del estudio en un comunicado.
Los siguientes pasos es identificar si estas neuronas podrían ser atacadas por DBS en personas, ya que recordemos que los resultados en roedores no siempre se pueden transmitir en humanos.
El estudio completo fue publicado en la revista Nature Communications.
Deja tu comentario