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La permanencia prolongada de los astronautas ha sido estudiada por la comunidad científica hace bastantes años, con el objetivo de poder conocer cómo la exposición a la microgravedad y la radiación afectan al organismo humano, con miras a una futura colonización humana en Marte.
Hace algunos meses conocimos nuevos resultados de los análisis realizados al astronauta estadounidense Scott Kelly y al cosmonauta ruso Mikhail Kornienko, quienes vivieron durante un año en la Estación Espacial Internacional (EEI). Allí encontraron que ambos presentaron múltiples cambios estructurales en sus ojos.
Ahora, un nuevo estudio publicado en JAMA Neurology, reveló que la permanencia prolongada en el espacio aumenta significativamente unos biomarcadores que indican daño cerebral.
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Para llegar a esto, el equipo de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, tomó muestras sanguíneas antes y después de los viajes espaciales de cinco cosmonautas rusos masculinos, quienes pasaron en la EEI durante 169 días.
Al comprobar los datos, midieron cinco biomarcadores sanguíneos diferentes que están correlacionados con algún tipo de daño cerebral. Es en este análisis que encontraron tres biomarcadores cuyos niveles se elevaron significativamente una vez que llegaban a la Tierra:
- Luz de neurofilamento (NfL)
- Proteína ácida fibrilar glial (GFAP)
- Un tipo específico de proteína beta amiloide (Aβ)
La hipótesis planteada en el documento señala que el aumento en NfL y GFAP, señala un tipo de neurodegeneración llamada desintegración anoxal.
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Los altos niveles de NfL se están estudiado por varios científicos como una forma de detectar en su primera etapa el daño cerebral asociado con el Alzheimer.
En relación a la proteína Aβ -su acumulación animal es el principal signo del Alzheimer- detallan que se debe a una “fase de lavado”, en la cual eliminan los desechos acumulados que no se eliminan de manera efectiva cuando se encuentran en el espacio. La duda sería: si una tripulación va a vivir por años a Marte, ¿como lo podrían eliminar o padecería de Alzheimer?
“Esto debe explorarse más y evitarse si se quiere que los viajes espaciales se vuelvan más comunes en el futuro. Si podemos resolver qué causa el daño, los biomarcadores que hemos desarrollado pueden ayudarnos a descubrir la mejor manera de remediar el problema“, indicó Henrik Zetterberg, neurocientífico que trabaja en la investigación, en un comunicado.
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