Que comer es un placer es un hecho, a lo largo de nuestra historia, las fiestas y celebraciones han estado asociadas a la buena mesa. Muchas veces el disfrutar un plato y tener comida a destajo está relacionado al goce, sin embargo, hay una dimensión compleja cuando botamos todos esos restos a la basura.
Esta fecha (29 de septiembre) fue declarada como el día que se busca crear conciencia sobre el desperdicio de alimentos y es que el problema no es menor. El desecho de ellos puede ocurrir en cualquier etapa de la cadena productiva. Sin ir más lejos, los hábitos domésticos son responsables de casi 570 millones de toneladas de alimentos desperdiciados por año en el mundo, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Esta problemática tiene dimensiones éticas, ambientales y económicas.
Solo el 2022 cerca de 700 millones de personas padecieron hambre. Parece una paradoja cuando lo contrastamos con toda la comida que termina en desecho. Claro está que por muchas razones los alimentos que descartamos en la casa no pueden de forma directa subsanar ese problema, pero al menos al ver las cifras y materializar la situación nos ayuda a tomar conciencia de esa tremenda asimetría sobre el acceso a la alimentación. La Malnutrición tiene varias formas, puede ser por exceso, pero también por carencia. El ODS 2, esos compromisos establecidos de cara al 2030, hace referencia al hambre 0.
Los datos son claros, ⅓ de la comida producida, así de brutal, 1.300 millones de toneladas terminan en vertederos, lo que genera un grave problema ambiental, los desechos al degradarse liberan grandes cantidades de metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes. Sin contar que la industria de los alimentos procesados por su necesidad de envoltorios nos “regalan” exceso de plástico que terminan en basura.
Que el costo de la vida sube otra vez dice una alegre canción, pero que cuenta una triste realidad. El alza de los precios ha impactado fuertemente en la cuenta del supermercado, pandemia mediante más una dolorosa guerra en el este de Europa han hecho que comer sea cada vez más caro, por lo que desechar alimentos en el uso doméstico tiene un impacto en los bolsillos.
Si la cifra la vemos a nivel global el descarte de alimentos equivale a una pérdida financiera de $1000 millones de dólares, de no tomar medidas, se espera que aumenten a 2100 millones de toneladas métricas equivalentes a $1500 millones de dólares para el 2030.
Un reciente estudio de Ipsos con Nestlé realizado sobre 600 personas señala que el 92% de los encuestados ante la pregunta directa sobre si desperdicia alimentos en el uso doméstico dice que sí, por lo que urge hacer un llamado de atención porque como en todo, las soluciones tienen que ser colectivas. Como bien dice el popular dicho “empecemos por casa”. Es ahí donde el compost, la planificación en el abastecimiento de alimentos, revisar la alacena y el refrigerador antes de hacer las compras son pequeños gestos que pueden tener un impacto positivo en lo ambiental, económico y social. Por otro lado, el 17% del desperdicio de alimentos viene dado por los supermercados donde revisar esa fuga es un imperativo social.
Los números son elocuentes, tomar medidas urgentes parece una obligación para que estas fiestas, celebraciones que por tantos siglos hemos disfrutado en torno a la comida, pueda ser para todos, sin excepciones y que las consecuencias de la abundancia, por un lado, y la escasez de comida por el otro no las pague el planeta.
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