Por Camilo Herrera

Puede que seas un dinosaurio, como yo, que se asusta ante tanto cambio, que se siente incómodo con el vértigo de los nuevos tiempos y que, consciente o no, tiende a defender un mundo imaginario que ya no existe.

El Primer Estudio Nacional de Polarizaciones, realizado por la Corporación 3xi y Criteria, muestra que la brecha de entendimiento entre jóvenes y mayores es mayor que la del ámbito político. El reciente estudio de Cadem “Claves de Smartphone Sapiens” muestra una generación muy distinta a la que imaginamos.

¿Realmente los vemos? ¿Hemos prestado atención a sus experiencias vitales y cómo estas configuran su manera de entender el mundo, la familia, la sexualidad, el trabajo, el dinero, las relaciones, la vida?

Hablamos de más de 4.200.000 personas nacidas entre 1995 y 2012, el 21% de la población de nuestro país. En 3xi nos propusimos conocer y tender puentes con esta nueva generación, salir a escuchar para entender, no solo para responder.

En nuestra búsqueda, encontramos juventudes que han construido una ética de respeto y aceptación de la diversidad sin límites, que rechazan etiquetas que los encasillen. Ellos son el fruto de nuestras propias experiencias y traumas. En su crianza, muchos padres y madres hemos buscado mayor horizontalidad, los hemos invitado a dejar la “mesa del pellejo” y les hemos dado un lugar en la mesa principal. El mundo se les presentó tal cual: accedieron a información que a nosotros nos tomó décadas procesar.

Los jóvenes se sienten libres para explorar distintos caminos hacia la felicidad: para el 67% es importante estar abiertos a todas las experiencias, sin ponerse límites y el 79% cree que su felicidad depende solo de ellos. Entienden que los satisfactores son múltiples y que cada uno puede buscar donde quiera y como quiera. Viven y dejan vivir.

Proyectar el futuro les parece inútil; es demasiado incierto. Prefieren actuar en el presente, un mundo que el 71% considera hostil y donde el 80% tiene conocidos y amigos, pero “son pocos en los que puedo confiar”. Valoran las experiencias por sobre el tener, y evitan trabajos que les quiten su libertad.

Son una generación pragmática que, sin complejos, valora y busca el dinero (para el 71%, éste hace la felicidad). Entienden y se incorporan rápidamente a las dinámicas laborales, saben moverse haciendo ofertas en ese mundo, y confían en que tienen habilidades que otras generaciones no desarrollaron. Buscan y encuentran fórmulas para aprender y acceder al dinero, sin postergar sus necesidades.

Son conscientes de sus problemas de salud mental y nos miran a los adultos con compasión porque, ante sus ojos, somos analfabetos emocionales, llenos de traumas no tratados que afectan nuestro bienestar personal y social.

¿Cuánto de este vasto mar entendemos realmente? ¿Cuánto nos hemos esforzado por escuchar y comprender sus mundos y preocupaciones?

Es imperativo que escuchemos para entender, no solo para responder. Solo así podremos tender puentes de apoyo mutuo, en lugar de imponer respuestas que, aunque bien intencionadas, pueden resultar ininteligibles para una generación que ha crecido en otros paradigmas.

Dentro de un tiempo, esta generación estará al frente del país, en el mundo público y en el privado. Conocer y comprender es necesario para cooperar con una nación más encontrada y con mayor cohesión social.

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