No es ningún spoiler decir que la vida de Amy Winehouse termina prematuramente y mal, así como, por ejemplo, la de Elvis, y la de otras u otros artistas que aún no cuentan con una biopic. “Rehab”, tal vez uno de sus temas más reconocibles, y también el nombre del álbum que la hizo ganadora de tres Grammys, resume su relación problemática con el alcohol y con su exesposo Blake Fielder-Civil quien, supuestamente, fue su vía facilitada hacia el fin:
“They tried to make me go to rehab
But I said: No, no, no
Yes, I’ve been black, but when I come back
You’ll know, know, know
I don’t ever wanna drink again
I just, ooh, I just need a friend
I’m not going to spend ten weeks
And have everyone think I’m on the mend”
Aunque tratemos de evitar la asociación, la casuística insiste en conducirnos a la conclusión de que la creatividad y la genialidad artística ocurren en la “locura” o demanda el sacrificio de la estabilidad emocional a costa de “sexo, alcohol y rock & roll”. De esto hay mucho y hace mucho. Sólo haciendo una lluvia de memoria en el ámbito de la composición e interpretación musical, rápidamente vienen a mi Edith Piaf, Chet Baker, Janis Joplin, Jim Morrison, Freddy Mercury, Kurt Cobain, bueno, y más. Sin embargo, resultados de investigaciones que han buscado comprender la dupla creatividad-enfermedad mental, advierten que la “saga del artista sufriente” es particularmente perjudicial, puesto que las y los artistas frecuentemente asocian sus estados alterados del ánimo -hipomanía, alteración de conciencia por abuso de drogas y alcohol-, con la exacerbación de su ejercicio creativo. Tal como Amy implica en “Rehab”, la relación con el tratamiento es ambivalente, porque tal vez se cree que, un estado de eutima o bienestar puede prevenir la genialidad.
La evidencia que respalda el vínculo entre creatividad y psicopatología es variable, aun cuando hay acuerdo en que trastornos mentales como la bipolaridad están sobrerrepresentados en la población de artistas. Tres explicaciones han sido planteadas para esta aparente asociación. La primera, con menos evidencia a favor, sostiene que el trastorno del estado de ánimo en un individuo es el que causa su comportamiento creativo; mientras que, la segunda establece que es la práctica creativa la que lo facilita. En los tiempos que corren, sin embargo, estos planteamientos lineales se rinden y tienden a ceder ante quienes argumentan la existencia de variables subyacentes y comunes para la creatividad y los trastornos del estado anímico.
Una vez Amy Winehouse dijo: “Cada mala experiencia es una canción de ‘blues’ esperando ser escrita”. Esta expresión de su capacidad de sentir profundo y de percepción sutil, ha sido llamada “sensibilidad”. No se trata exclusivamente de un rasgo de carácter, sino que de una particular disposición biológica y cognitiva para interpretar el mundo. A propósito de lo anterior, la epigenética, vale decir, el estudio de los cambios en la actividad genética en respuesta al ambiente, nos presenta una posible tercera variable común a la genialidad y la psicopatología: el polimorfismo.
Dicho en términos simples, los genes se organizan de a par en forma de hélices o alelos. Mismos genes, de acuerdo, por ejemplo, con el largo de sus alelos, pueden adquirir muchas formas. Estos polimorfismos hacen, a su vez, que la expresión del gen muestre variaciones en su respuesta al entorno. Así, en el caso de la salud mental y la posibilidad de desarrollar trastornos mentales, se sabe que el polimorfismo del gen asociado con la serotonina -neurotransmisor muy importante para la regulación emocional-, dispone de manera diferenciada a la sensibilidad al estrés. Las personas que portan uno o dos alelos cortos son más “vulnerables” al estrés, pero a la vez, más responsivas a los influjos positivos de las relaciones con otros, incluidas diferentes formas de intervención psicológicas. Por el contrario, las personas que portan ambos alelos largos en este gen, son menos sensibles tanto a lo negativo como a lo positivo.
Aquí viene lo sorprendente: Este polimorfismo, digo el que dispone a la sensibilidad, y siguiendo similares mecanismos, se encontraría a la base de la creatividad3. Así, cuestiones centrales en el pensamiento creativo, como la receptividad sensorial, el procesamiento profundo de la información y la apertura a los matices, se asocian al alelo corto del polimorfismo.
Y bueno, ¿qué hay de Amy? Ciertamente, no sabemos de sus alelos, ni nunca lo sabremos. No obstante, tal vez lo realmente relevante es aquello de lo que este análisis a nivel molecular nos enseña sobre la relación cuerpo-mente-ambiente. “Back to Black”, la película biográfica, nos enfrenta y hace pensar en su complejidad, en la manera cómo la genialidad tributa y disputa los vaivenes emocionales. Las canciones crudas y honestas que la caracterizan -tanto sus letras como sus melodías-, dan testimonio de su potencialidad y su vulnerabilidad; por eso digo que la historia terminó mal, pero también, que para Amy Winehouse, las cosas podrían haber ido mejor:
“He walks away,
The sun goes down,
He takes the day but I’m grown,
And in your way, in this blue shade
My tears dry on their own”.
(Tears Dry on Their Own – Back to Black de Amy Winehouse)
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