Un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard inició una innovadora investigación para determinar cómo se regula la energía en el cuerpo y cuál es el papel de diferentes hormonas en el proceso.

En su estudio, detallan cómo las células grasas producen leptina, una que es capaz de enviar señales al cerebro para hacerle saber cuándo hemos comido demasiado. Asimismo, está la insulina, la cual ayuda al cuerpo a extraer glucosa de la sangre para utilizarla como combustible.

Hace más de 10 años se descubrió una hormona en el corazón, la cual no es una molécula receptora como las anteriores, sino que se compone de diferentes bloques de construcción.

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La hormona FAB4 tiene fuertes correlaciones con afecciones metabólicas como la diabetes, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, por lo que decidieron investigar para adquirir más conocimientos sobre ella.

El análisis detalló que a medida que FAB4 entra en el torrente sanguíneo, se une a las enzimas adenosina cinasa (ADK) y al nucleósido difosfato quinasa (NDPK) para formar un complejo proteico llamado fabkin.

“El descubrimiento de fabkin nos obligó a dar un paso atrás y reconsiderar nuestra comprensión fundamental de cómo funcionan las hormonas. Estoy extremadamente emocionado de encontrar una nueva hormona, pero aún más por ver las implicaciones a largo plazo de este descubrimiento”, dijo Kacey Prentice, autora principal del estudio, en un comunicado.

Esto termina alterando la actividad de estas enzimas y cambia los niveles de las moléculas ATOP y ADP, las cuales juegan un rol importante en el metabolismo de las células vivas.

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Ellas, a su vez, detectan los cambios mediante receptores en su superficie y sufren cambios como respuesta. Fue allí donde observaron que las víctimas de este proceso son las células beta en el páncreas -donde se produce la insulina- lo que provoca diabetes tipo 1 y 2.

Para comprobar si el desarrollo de un anticuerpo neutralizador de fabkin funciona, se utilizó en roedores obesos y con riesgo de diabetes, y demostró preservar a las células beta, impidiendo el desarrollo de diabetes tipo 1 y 2. Algo increíble que puede ser replicado en un futuro tratamiento para humanos.

El estudio completo fue publicado en la revista Nature.

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