(CNN) – Tu hijo no quiere salir al parque infantil a jugar con otros niños. O no quiere ir a la fiesta de cumpleaños de un amigo ni a la fiesta de piscina de su clase.

¿Cómo saber si solo está teniendo un mal día o si se trata de un signo de la ansiedad que puede estar experimentando?

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Los trastornos de ansiedad se caracterizan por preocupaciones persistentes y excesivas. Mientras que alguien con ansiedad generalizada puede preocuparse por varias cosas cotidianas, quienes tienen ansiedad social suelen padecer “miedos o preocupaciones intensas o persistentes de que otras personas los juzguen negativamente”, explicó Rachel Busman, psicóloga clínica y consejera cognitiva y conductual radicada en White Plains, Nueva York, quien se especializa en ansiedad. “Te preocupa decir o hacer algo que te haga parecer tonto o incompetente”.

Una quinta parte de los niños en todo el mundo presenta síntomas de ansiedad “clínicamente elevados”, es decir, peores de lo que se considera normal, según un estudio de 2021. En Estados Unidos, el 9,4% de los menores entre los 3 y 17 años ––cerca 5,8 millones–– fueron diagnosticados con ansiedad entre 2016 y 2019, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).

Los síntomas de ansiedad pueden ser difíciles de detectar. Pero, entre más temprano los padres identifiquen las señales, más rápido los profesionales de salud mental pueden “ayudar a los padres y a los niños a entender lo que está ocurriendo”, señaló la Dra. Rebecca Baum, profesora de pediatría general y medicina del adolescente en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.

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Los niños con ansiedad pueden empezar a evitar las situaciones que les provocan esa emoción. Y este comportamiento puede facilitar un ciclo que hace que sus miedos sean cada vez mayores, añadió Baum.

Pero “cuanto antes tengamos herramientas, más pronto podremos empezar un camino con los niños que los anime a ser resilientes y los ayude a enfrentarse a las cosas que temen“, dijo Busman.

Sigue leyendo para saber cuáles son los primeros signos físicos, emocionales y de conducta, tanto de la ansiedad general como social, y las maneras en que puedes ayudar a tu hijo.

Ansiedad general

Los signos más comunes de la ansiedad general en los niños, según el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, la Universidad Estatal de Michigan, Baum y Busman, incluyen:

  • Dificultad para concentrarse
  • Problemas para dormir, mojar la cama o tener pesadillas
  • No comer bien
  • Apego
  • Falta de confianza para intentar cosas nuevas o incapacidad de enfrentarse a problemas sencillos y cotidianos
  • Evitar las actividades cotidianas, como reunirse con amigos o salir en público o a la escuela
  • Incapacidad para hablar en algunas situaciones sociales
  • Búsqueda de seguridad reiterada (preguntas repetidas para reconfirmar las preocupaciones, como por ejemplo cuándo y dónde los van a recoger en el colegio, o si el tiempo va a ser realmente bueno para salir a jugar)
  • Síntomas físicos como ir al baño con frecuencia; llanto; dolores de cabeza; mareos; aturdimiento; sudoración; dolores de estómago; náuseas; calambres; vómitos; inquietud; o dolores corporales (especialmente, si suelen ocurrir antes de un compromiso escolar o social)

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Los berrinches, la irritabilidad o un comportamiento desafiante pueden malinterpretarse como problemas de conducta irrespetuosa, pero la ansiedad podría ser la causa subyacente, advirtió Busman. Negarse a hacer sus tareas podría deberse a la ansiedad de cometer errores.

Los niños “no tienen necesariamente las herramientas para decir: ‘Esto realmente me causa angustia'”, señaló Busman. “Así que lo demuestran con la manera en que se comportan”.

Ansiedad social

Muchos de los síntomas de la ansiedad social son similares los de la ansiedad general, pero se manifiestan en entornos sociales, apuntó Busman.

Los niños que sufren de ansiedad social pueden presentar estas señales, según el Hospital Nacional Pediátrico de la ciudad de Washington, el Centro Nacional de Ansiedad Social y la Clínica Mayo:

  • Evitar o negarse a ir a la escuela
  • Negarse a hablar en entornos sociales o hablar con un tono suave o bajo
  • Habilidades sociales deficientes, como temer a los extraños o no establecer contacto visual
  • Temer o tener dificultades para usar los baños públicos, hablar por teléfono, hacer presentaciones en público, comer frente a otros, ser llamados en clase a participar o separarse de los padres
  • Síntomas físicos, como latidos rápidos del corazón, temblores, dificultad para recuperar el aliento, sensación de que la mente está en blanco y tensión muscular.

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Conversaciones que cuentan

Es importante llegar al fondo de aquello que le produce ansiedad a tu hijo, pero se debe hacer con compasión, sin interrogarlo. Eso podría llevar a que se ponga a la defensiva o a que crea que está en problemas y, en últimas, a que no quiera hablar contigo.

Las preguntas curiosas y no capciosas son una buena opción, recomendó Busman. Preguntas abiertas como “Me he dado cuenta de que parecías vacilante al empezar esa actividad. ¿Pasa algo?” puede funcionar mejor que “¿Tenías miedo de entrar o no te caen bien esas personas?”.

Pregúntale a tu hijo cómo le fue un determinado evento, qué le gustó y qué le resultó difícil.

Los niños muy pequeños pueden ser incapaces de identificar temores específicos, como decir algo tonto o que otros niños noten su ansiedad, según Anxiety Canada. Por lo que algunos pueden verbalizar esas preocupaciones de formas que tienen sentido para ellos, como “No quería que otros viera mi dibujo” o “Mi voz suena realmente chistosa”, explicó Busman.

Si tu hijo se sincera sobre aquello que le produce ansiedad, evita invalidar la experiencia al decirle “No hay nada que temer” o “No seas un bebé”. También evita reafirmar los temores: responder “Eso sí que da miedo; siento mucho que hayas tenido que hacerlo” puede derivar en que el niño se sienta más frágil, indicó Busman.

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Un buen equilibrio puede ser: “Eso parece difícil”, seguido de una afirmación que reconozca la capacidad de tu hijo para afrontar el reto y que le dé a entender que sabes que pueden resolverlo juntos, añadió Busman.

Si a tu hijo le da ansiedad empezar el entrenamiento de fútbol y no patear bien el balón, utiliza alguna forma de la afirmación anterior y asegúrale que mejorará con la práctica. Pero, no exageres diciendo que pateará el gol de la victoria, porque es algo que podría no suceder.

“A veces nos pone nerviosos que nuestros hijos experimenten de alguna manera momentos que no son perfectos”, comentó Busman, pero es crucial enseñarles que la imperfección está bien. Puede que a tu hijo falle a veces, y agradarle a todo el mundo no es realista.

“Navegar por el estrés es una parte importante de la infancia”, dice Baum. Los padres y cuidadores pueden modelar esto “hablando de los momentos en los que han estado ansiosos por algo pero han intentado enfrentarlo, aunque no haya salido exactamente como esperaban”.

Si te preocupa que hablar con los profesores de tu hijo pueda causar un estigma o un problema donde podría no existir, es importante saber que consultar con ellos vale la pena, pues observan a tu hijo durante muchas horas en diferentes entornos a diario. Y, por tanto, “suelen ser muy buenas fuentes de información”, dijo Busman. “A veces, los niños no se comportan igual en la casa y en la escuela”, apuntó.

Un profesor puede decirte cómo se relaciona tu hijo con sus compañeros y si sigue triste o ansioso después de dejarlo en la escuela.

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Cuando las preocupaciones persisten e “interfieren en la capacidad del niño para hacer las cosas que necesita para ser niño”, dice Busman, “es un buen momento para buscar más apoyo”.

El mejor tratamiento para los trastornos de ansiedad es la terapia cognitivo-conductual que incluye algún nivel de terapia de exposición, la cual puede ayudar a los niños a sentirse cómodos haciendo las cosas que les dan miedo, dijo Busman.

El proveedor de atención primaria de tu hijo puede ayudar a “distinguir entre lo que es típico para la edad o el nivel de desarrollo del. niño y lo que podría ser motivo de preocupación“, dijo Baum. “Incluso si los síntomas son típicos para la edad del niño, las familias pueden apreciar la ayuda para manejarlos con éxito”.

Y Baum añadió: “Llegar hasta la zona de confort del niño e incluso superarla (es) el punto en el que se produce el crecimiento”.

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